Democracia en descomposición. Claves para la regeneración política

Intelectuales analizan el grave desgaste del modelo democrático

urnas para votar en elecciones generales

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | “No cabe duda de que nos enfrentamos a un verdadero año sísmico desde el punto de vista electoral. Es difícil anticipar lo que va a ocurrir y también qué tipo de configuración va a tener el poder político. Todo está muy abierto y la batalla electoral no ha hecho más que empezar –explica el catedrático de Ética de la Universidad Ramon Llull, Francesc Torralba–. Se barajan dos escenarios de futuro: fragmentación del arco parlamentario y, consiguientemente, la necesidad de pactos y de consensos para hacer posible la gobernabilidad. Sin embargo, algunas fuerzas apuntan a unos horizontes de máximos que harán muy difícil esta labor”.

Los resultados de las elecciones andaluzas del pasado marzo y las complicaciones para formar gobierno son solo una muestra de lo que queda aún por andar. Al intenso panorama electoral de este 2015 –tras las andaluzas, siguen las municipales y autonómicas, las catalanas y, finalmente, las generales– se une la identificación entre desprestigio moral y clase política, que ha alcanzado, justamente, en la última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), niveles de preocupación ciudadana nunca vistos.

En España –no solo en España, en cualquier caso–, la “decadencia” de la clase política, en expresión del juez Santiago Pedraz, no es solo una opinión, sino una evidencia, según el último barómetro del CIS, realizado entre el 2 y 11 de febrero. El 75,9% de los españoles piensan que “la situación política general de España” es “mala” (32,4%) o “muy mala” (43,5%) frente al 2,9% que cree que es “buena” (2,5%) o “muy buena” (0,4%). El 18,3% afirma que es “regular”. La respuesta a la pregunta sobre “¿cuál es, a su juicio, el principal problema que existe actualmente en España? ¿Y el segundo? ¿Y el tercero?”, ofrece también datos evidente del desprestigio social de la clase política.

En total, las preocupaciones de los ciudadanos son: el paro (78,6%), la corrupción y el fraude (48,5%), los problemas de índole económica (24,9%), los políticos en general, los partidos y la política (20,1%) y la sanidad (12,1%).

Respuestas evidentes ante un escenario que hace afirmar al periodista y ensayista Vicente Verdú: “En mi parecer, la democracia parlamentaria ha muerto o agoniza insoportablemente. Esta crisis tan patente en lo económico es equivalente al desplome de la estructura política y el modelo social”.

El filósofo José Antonio Marina escribió ya hace más de una década, precisamente, sobre ello. “Me parece dramático el desprestigio de la clase política en todo nuestro ámbito cultural –recuerda ahora–. Una de las causas es, precisamente, haber olvidado su función pedagógica y ejemplar. Se ha perdido la excelencia, aunque se llamen excelentísimos”.

Desde la irrupción de la crisis económica, especialmente, el “desengaño ciudadano ante las instituciones” y el incesante goteo de noticias sobre la malversación de fondos públicos han provocado un galopante desgaste y desprestigio de los políticos y de la acción política. La demanda que intelectuales como Javier Gomá han hecho de una necesaria “ejemplaridad pública” es hoy aún más acuciante. “El ciudadano ha comprendido que el Estado de Derecho moderno no es suficiente –según Gomá–. No basta para que haya una sociedad armónica con que los políticos cumplan las leyes; no es suficiente. Se requiere un plus de responsabilidad moral”.

Nuevos partidos

La irrupción de nuevas fuerzas políticas mayoritarias plantea, al menos, la duda de si bastará para poner en marcha la necesaria regeneración democrática. Torralba es escéptico y expone su visión gráficamente: “Es muy posible que emerjan nuevos actores políticos. Puede ser una posibilidad para introducir cambios en la organización de la democracia y para activar la regeneración moral de las instituciones públicas. Sin embargo, no me parece adecuado el esquema maniqueo que tan habitualmente se emplea: lo nuevo es lo bello y lo puro, mientras que lo antiguo es lo putrefacto e lo impuro. No creo en la virginidad moral de ninguna fuerza política, aunque lucho con ahínco contra mi escepticismo metodológico, pero el debate binario y simplista de signo maniqueo no expresa la complejidad de la condición humana y su difícil relación con el poder”.

Victoria Camps, catedrática emérita de Filosofía Moral y Política de la Universidad Autónoma de Barcelona, en cambio, asume que podría bastar. “De momento, sí. Me parece muy conveniente la irrupción de nuevas fuerzas, incluso que se rompa el bipartidismo, aun cuando sea a costa de una gobernabilidad que tiene poco en cuenta las opiniones contrarias. Obligar a pactar es muy sano. Otra cosa es que las nuevas fuerzas consigan generar confianza. De momento, no lo veo muy claro, sobre todo en el caso de Podemos. Ciudadanos, en cambio, creo que va por mejor camino proponiendo un programa económico, modulando la cuestión de posibles pactos y dando unos mensajes que no se ciñen solo a la confrontación y descalificación del o de los adversarios. Es una nueva forma de hacer política. Otra cosa es que estemos o no de acuerdo con lo que proponen”.

Para Vicente Verdú, la irrupción de estas nuevas fuerzas políticas mayoritarias ni mucho menos es suficiente: “Claro que no. Nos hallamos en la infancia de un nuevo sistema. De su madurez no conocemos nada. La única idea sensata es ir creciendo en la salud moral”.

Seguir leyendo. Solo suscriptores

En el nº 2.940 de Vida Nueva

 

LEA TAMBIÉN:

Compartir