Elecciones generales 20-D: un cristiano, un voto

Algunas cuestiones a examen, para entender dónde y cómo se juega nuestro futuro

Mariano Rajoy, Pablo Iglesias, Albert Rivera, Pedro Sánchez, candidatos a presidente del Gobierno elecciones generales 20 diciembre 2015

RAÚL GONZÁLEZ FABRE, Universidad Pontificia Comillas (Madrid) | En vísperas de las elecciones generales, vamos a recontar algunos aspectos relevantes, desde el punto de vista cristiano, a la hora de decidir el voto. Hemos elegido temas especialmente queridos para el pensamiento social de la Iglesia y, al mismo tiempo, centrados en la vida interna del país, puesto que se trata de elecciones generales. Desde luego, no haremos ninguna recomendación, directa ni indirecta, de en qué sentido votar. Al revés, con un poco de (mala) suerte, al cruzar la oferta electoral de los grandes partidos con el pensamiento cristiano obtendremos un conjunto vacío.

Esto no parecerá raro; desde el mismo Jesús, el cristianismo tiene algo de intrínsecamente contracultural. Cuando se vuelve cultura compartida, sociología, tiende a adulterarse; en cuanto conduce al Calvario, nos acerca a Dios, no importa cuán poca cosa seamos.

Organizaremos el material en un texto principal con puntos a nuestro entender cruciales, y una serie de recuadros con aspectos más de procedimiento para decidir el voto desde una perspectiva cristiana.portada Pliego VN Un cristiano, un voto 2968 diciembre 2015

I. La definición del sujeto y la demografía

(…) Las cosas pueden ser evaluadas por su utilidad, pero las personas poseen una dignidad inalienable, que permanece por más molestas que nos resulten dichas personas. La única manera moralmente justificable de cargarse a la abuela, o a un feto o a alguien con una minusvalía grave consiste en declarar que no es una persona, sino una cosa. Si es una persona, entonces matarla constituirá homicidio desde el punto de vista moral, y deberá ser prevenido y evitado en lo posible, legalmente, como los demás homicidios. Aunque en nuestro entorno esa posición parece ser defendida solo por creyentes, no se apoya en una doctrina religiosa, sino en una concepción racional de la persona.

Lo menos que se le puede pedir a un programa político es que conceda espacio en la discusión pública a este asunto: quién debe ser protegido como ciudadano. Si un programa político no se propone que tal discusión exista, o no pretende que sea racional, sino que la enfoca como un asunto de propaganda y manejo de la opinión pública, está eludiendo un punto decisivo para la convivencia en sociedad.

II. La libertad política y la separación de poderes

(…) La democracia española está degradándose. Todos los electores –con más razón, los cristianos– deberían preguntar a cada partido cómo piensa hacer para volver a separar los poderes en el Estado y en la sociedad, de manera que el bien común sea servido y no fagocitado. Por liberal que parezca, el bien común es servido por una competencia real en los terrenos político y económico, basada en una ley estrictamente igual para todos. La oligarquización que sufrimos en España va en la dirección contraria en ambos aspectos.

III. La calidad y la cantidad del trabajo

(…) El paro está disminuyendo en España, y eso se nota en una mejoría no espectacular –pero palpable– del ambiente económico: no solo los grandes números, sino también el tiempo que se tarda en alquilar un piso, el número de clientes que tienen los taxistas, etc. Cualquiera que pretenda participar en el próximo gobierno deberá explicar cómo va a hacer para que esa tendencia se mantenga. Los niveles actuales de paro, por encima del 20%, tienen terribles efectos disolventes en el medio plazo para cualquier sociedad.

(…)

IV. El trabajo a largo plazo

(…) No se trata de elegir entre esas propuestas (podría pensarse en combinaciones compatibles y sinergias mutuas), sino de examinar cada programa en materia de empleo, apreciando cuánta visión de largo plazo contiene, hasta qué punto considera que los problemas del futuro requerirán soluciones distintas al pasado. Atornillarse en las soluciones del pasado –un conservadurismo que se encuentra tanto a la derecha como a la izquierda– puede resultar especialmente suicida en materia laboral.

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V. La cohesión social y la solidaridad

(…) Tiene sentido preguntarle a cada uno de los programas electorales cómo piensa garantizar en la práctica el buen funcionamiento de la solidaridad en la vida española, de forma que ningún grupo, ninguna generación y ningún territorio queden fuera de una integración social básica, que les permita aportar al conjunto en la medida de sus fuerzas y recibir en proporción a sus necesidades.

VI. La liberación cultural en la sociedad de consumo

(…) Nuestra sociedad debe tener éxito en el mundo que hay, no en otro. Y, al mismo tiempo, debe comprometerse con cambiar el mundo que hay para hacer otro. El cristianismo es tensión y paradoja desde sus mismos comienzos con un Dios ejecutado. El grado en que esa tensión sea reconocida en los programas políticos, que no les “guste” demasiado el mundo actual, pero al mismo tiempo no nos conduzcan al fracaso en él, resulta también relevante a la hora de decidir el voto.

(…)

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En el nº 2.968 de Vida Nueva. Del 12 al 18 de diciembre 2015

 

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