Carles Such. Sacerdote Y Pastoralista Escolapio

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“Los jóvenes son el presente de la Iglesia”

Es español y uno de los referentes en su país de lo que la mayoría llama pastoral juvenil. Él prefiere hablar de “pastoral con jóvenes”, para subrayar la necesidad de que sean éstos los protagonistas de los procesos. Es sacerdote de la Orden de las Escuelas Pías, el primer instituto de Vida Religiosa que hizo de la educación de los pobres su misión. Carles Such sueña con hacer parte de un equipo misionero itinerante; “una célula de acción urgente” según el carisma de san José de Calasanz. Reside desde hace poco en el barrio La Pulida, situado en el norte de Quito, donde desarrolla su ministerio y adelanta una crónica de sus experiencias en América como vanguardia de un grupo de escolapios que proyectan la fundación de nuevas experiencias educativas: una manera de volver a las fuentes y celebrar los 400 años de su congregación. De paso por Bogotá, rumbo a la capital ecuatoriana, habló con Vida Nueva. A continuación, apartes de la conversación.

¿Cuáles son los principales desafíos de la pastoral juvenil?

Un desafío es la mirada que tenemos sobre los jóvenes; que sea una mirada esperanzadora, abierta y más valorativa de lo que son. Los jóvenes son el presente de la Iglesia. Decir que eres el futuro es la mejor manera de dejarte fuera de juego.

Otro desafío, en esta línea, es que sean ellos, precisamente, los que protagonicen los procesos, con su sensibilidad y su palabra; en diálogo. Los que trabajamos en esta línea no hablamos, a veces, de pastoral juvenil, sino de pastoral con jóvenes: el joven es el que indica hacia dónde hay que ir.

En tercer lugar, y otro desafío que marcaría, es el tema comunitario. Durante mucho tiempo, la pastoral juvenil era como una isla. Uno era joven, luego se hacía adulto y daba igual. Ahora eso no tiene futuro. La pastoral juvenil hay que plantearla desde el ámbito comunitario. Desde el primer momento en alguien entra en contacto con la Iglesia, siendo niño, adolescente o joven, tiene que percibir que está siendo invitado a una comunidad cristiana. Una pastoral con jóvenes donde no se tenga en cuenta todo lo anterior, toda una pastoral previa de infancia y adolescencia, y lo posterior (una desembocadura clara a la comunidad cristiana y eclesial),  es una pastoral con jóvenes que va a fracasar.

Decir que eres el futuro es la mejor manera de dejarte fuera de juego

¿Qué actitudes le restan empatía a alguien que quiere trabajar entre jóvenes?

El joven de entrada te rechaza si vas con el cartelito y la etiqueta “vengo a enseñarte”. Segundo: el joven valora mucho la coherencia y siente atracción por ella; cuando ve a un agente que está diciendo unas cosas, pero sus gestos, su vida, van por otro lado, también le repele. Y tercero: yo creo que el joven quiere sentirse querido y acogido. No quiere ser un alumno, un producto de laboratorio con quien se va a hacer una experiencia.

¿De qué forma la Iglesia Católica puede estar marginando a la población juvenil?

Hay maneras de marginar. Si no te doy la palabra, si te trato como si fueras un niño o una mercancía, te estoy marginando. No es cuestión de buscar un buen público que me aclame. A veces las jornadas mundiales de la juventud se convertían en eso: lo importante es que haya muchos jóvenes. Pero, ¿qué experiencia se les suscita?, ¿cómo ellos son realmente protagonistas de esas actividades?, ¿o solo van a hacer número y son, como dice un amigo, pura clientela? Evangélicamente hay dos propuestas de Jesús muy claras; una: acoger y escuchar. He ahí ese diálogo con el joven honesto que va y le dice: ¿qué he de hacer para tener vida eterna? Jesús no lo juzga, no le dice: “qué desencaminado vas”; sino que lo escucha, le da la respuesta que le pide; no le viene con otras cosas. Y lo segundo: ser claro y hablarle en verdad. No podemos ir con medias tintas; ni, por querer ganarnos a más jóvenes, vamos a dulcificar el Evangelio, a edulcorarlo o a descafeinarlo. “Esto es lo que yo te puedo proponer, esto es lo que yo vivo; si tú quieres”.

AF_3_JMJ2¿Cómo articular iniciación cristiana con los cometidos de la pastoral en la escuela católica?

Es un tema que me apasiona. En el sínodo para la nueva evangelización y la trasmisión de la fe, de hace unos años, una preocupación general de todos los obispos, no solo de los europeos, fue que había que renovar la iniciación cristiana. Ciertamente la iniciación cristiana en España y en parte de Europa está obsoleta, caduca y muerta. Son procesos que ya no tienen ninguna vitalidad ni responden a las necesidades de hoy. No gestan cristianos.

La propuesta que hemos hecho, en parte de la Escuela Pía en España, es que la escuela pueda convertirse en una plataforma de iniciación cristiana, si detrás hay una comunidad. La escuela misma, con su estructura, puede generar cristianos. Proponemos un camino nuevo, diferente; no es un camino sacramental, sino de iniciación cristiana, donde muchas personas que pasan por una escuela puedan descubrir a Jesús y el Evangelio.

¿Cómo dar ese paso desde unos procesos entre jóvenes hacia unos grupos que sean adultos y ayuden a asumir la mayoría de edad en la fe?

La clave está en mostrar un horizonte global. Hoy un proceso de evangelización no puede suscribirse exclusivamente a la infancia, a la adolescencia, a la juventud o a la adultez; tiene que mostrar un itinerario. Mostrando el horizonte tú ya estás dando paso a que ese joven pueda transitar por ahí. ¿Qué ha pasado en muchos procesos de pastoral juvenil? Que tenían muy claro lo que era el proceso juvenil, pero no la desembocadura y ni siquiera lo anterior.

Por ejemplo, los escolapios, con el Movimiento Calasanz, proponemos un horizonte que desemboca en una Iglesia concreta, la fraternidad de las Escuelas Pías; no porque sea la única salida. Nuestra responsabilidad es generar comunidades cristianas carismáticas. No puedo generar una comunidad en una parroquia en la cual no vivo mi fe cristiana, pero sí en la comunidad cristiana que hay en el centro escolar. Yo propongo que eso continúe hasta la consolidación en una comunidad cristiana, que, además, se verá enriquecida no solo por el proceso de los propios jóvenes, sino por otros afluentes que vengan de procesos de profesores que quieren vivir este camino de integración carismática; exalumnos; personal que se adhiere o que nos conoce y que siente la llamada de vivir su vida cristiana ahí. Entonces se genera una confluencia que no hace que el joven esté solo sino que se reúna también con otras personas.

Miguel Estupiñán

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