¿Tenía brazos la serpiente del paraíso?


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La anterior entrada de este blog trataba de cómo era la serpiente del paraíso antes de la maldición divina; mejor dicho, de cómo se la imaginaron las tradiciones judía y musulmana: si esa maldición consistía en que el animal se arrastrara por el suelo, eso debía significar que antes de la maldición su realidad física era distinta. Luego la imaginación fue haciendo el resto.



Lo cierto es que las representaciones artísticas han plasmado muchas veces a la serpiente como un personaje cuyo cuerpo filiforme acaba en forma humana, con cabeza, tronco e incluso brazos. Así se puede ver, por ejemplo, en la famosa escena del pecado original y la expulsión del paraíso de Miguel Ángel en los frescos de la Capilla Sixtina.

El fruto prohibido

Allí, el árbol en el que está enroscada la serpiente es una higuera, probablemente porque es el único árbol mencionado en el relato del Génesis: “Se les abrieron los ojos a los dos y descubrieron que estaban desnudos; y entrelazaron hojas de higuera y se las ciñeron” (Gn 3,7). Pero, sobre todo, es muy probable que con la figura “humanizada” de la serpiente se quiera subrayar su dimensión “personal” –recuérdese que ya desde antiguo se la identificó con el diablo–, así como facilitar al espectador el acto del ofrecimiento del fruto prohibido a la mujer.

serpiente

Es verdad que el texto bíblico no afirma que la serpiente le dé el fruto a Eva, sino que se lo ofrece con palabras, se lo muestra. No obstante, la tradición judía en cierto modo la imagina con brazos. Así se deduce al menos del texto llamado ‘Pirqé de-Rabbí Eliézer’ (o ‘Los capítulos de Rabí Eliezer’): “Fue la serpiente y tocó el árbol, y el árbol dijo a voz en grito: ‘¡Malvado, no me toques!’ La serpiente dijo a la mujer: ‘Mira, yo he tocado el árbol y no he muerto; también tú podrás tocarlo sin que mueras’. Fue la mujer y al tocar el árbol vio al ángel de la muerte venir hacia ella. Exclamó: ‘Acaso yo muera ahora y el Santo –bendito sea– hace otra mujer para dársela a Adán. ¡Tengo que hacerle comer conmigo! Que si morimos, muramos los dos, y si vivimos, vivamos los dos’” (PRE 13,3).