Redactor de Vida Nueva Digital y de la revista Vida Nueva

¿Se puede vivir en el Museo del Prado la Semana Santa?


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En muchas ciudades de España, las calles estos días se convierten en un rico museo al aire libre gracias a la devoción y a la tradición escultórica que la Semana Santa ha generado en los últimos siglos. Ahora bien, contemplar los misterios de estos días en torno a la pasión, muerte y resurrección en una constante que nos encontramos en muchos de los museos más afamados. Por ello, en este blog de Lunes Santo, ofrecemos un paseo por algunas de las obras presentes en el Museo del Prado de Madrid para seguir introduciéndonos en el misterio que celebramos. Todo ello sin querer enmendar la plana a Alicia Pérez Tripiana y María Ángeles Sobrino López con su magnífico y su ‘Jesús en el Museo del Prado’ (PPC, 2005) que con sus múltiples ediciones es referencia obligada en estos casos.



Jueves Santo

Con el Jueves Santo entramos en el Triduo Pascual. Es el día del amor fraterno, de la institución de la eucaristía. Jesús abre nuestra humanidad al mundo, abre nuestra carne a la de nuestros hermanos y hermanas y nos hace conscientes de que no somos más que una familia, y que Dios es nuestro Padre. Ante esto tenemos que responder, cuidar de quienes nos rodean, recuperar la cercanía de Dios que quiere sentarse a tu mesa y cuidarte.

Entre las representaciones de la Última Cena que encontramos en el Museo del Prado tenemos una de 1555-1562 y es del pintor valenciano Juan de Juanes. Un óleo sobre tabla pintado para el banco del retablo mayor de la iglesia de san Esteban de Valencia. Una pintura al estilo de Miguel Ángel en la que se cuidan al detalle las reacciones de los apóstoles, las luces o la perspectiva. Y en el centro, con toda su serenidad, Jesús mostrando el Cuerpo de Cristo junto con un cáliz con las formas del que se venera en la catedral valenciana. Aunque Jesús toma el pan como en la eucaristía otro detalle del Jueves Santo aparece en la escena, la jarra y la jofaina del Lavatorio de los pies. Judas, vestido de amarillo, el color de la envidia, oculta a sus compañeros la bolsa del dinero.


Viernes Santo

El Viernes Santo, en el que se contempla la muerte de Jesús en la Cruz no es una de esas ocasiones de largos discursos sino de grandes y respetuosos silencios. A pesar de que ya sabemos que vamos a celebrar la resurrección de Jesús; el corazón se nos sigue quedando encogido ante el misterio de la muerte de Jesús. Contemplar a Jesús que muere para dar la vida nos prepara para vivir el sentido profundo de la resurrección. Y es que el dolor del mundo es también el de Dios. Jesús se implica totalmente en nuestra camino consciente de que hay que morir para vivir. Porque el grano de trigo que muere es el único capaz de engendrar nueva vida. Porque en la cruz, en la muerte de Jesús en la cruz, es cuando comienza la resurrección. Desde su más completo fracaso pone su confianza en su Dios, en su Padre.

Un cuadro clásico que refleja muy bien esta experiencia es el Descendimiento que Rogier van der Weyden pintó antes de 1443 para la capilla de Nuestra Señora Extramuros, la del gremio de los ballesteros de Lovaina. En la escena se contempla a Jesús aún con la corona de espinas con los ojos en blanco y la herida abierta en el costado. Nicodemo ayuda a bajar el cuerpo de la cruz, un joven ha retirado los clavos de las manos, José de Arimatea ha dispuesto su sepulcro para enterrar al Señor mientras la Magdalena llora esperando al fondo sujetando un frasco de perfume y María se desvanece en un suspiro ayudada por san Juan y otras mujeres. Los detalles de la pasión parecen trascender al cuadro.

Sábado Santo

Marca la tradición que el Sábado Santo, no hay celebración de la Eucaristía. La Vigilia Pascual de esta tarde es ya parte de la celebración de la Pascua, del Domingo de Pascua. Mientras llega ese momento no adelantemos acontecimientos y aprovechemos este tiempo de silencio, de meditación, de acogida en nuestro corazón del misterio de Jesús muerto y que va a resucitar. Es tiempo de desierto, oportunidad para preparar la tierra y dejar que la esperanza brote con fuerza, con raíces. Es tiempo de reconciliarnos con nosotros para poder reconciliarnos con Dios. Es momento de ver cómo te tienes que cuidar, que elementos tienes que revisar de tu proyecto de vida para realmente brote una nueva vida a partir de él. 

El desierto aparece reflejado en una curiosa pieza de las que el Prado expone en una de sus torres, formando parte del Tesoro del Delfín, el conjunto de vasos preciosos procedentes de Luis, gran Delfín de Francia y padre de Felipe V. Uno de esos vasos tiene grabadas en cristal de roca con esmalte, oro y rubí escenas del Génesis y el Éxodo. Datado en 1550 – 1560, esta urna del taller de Tortorino, el vaso nos lleva al paso del Mar Rojo –uno de los momentos claves de la Liturgia de la Palabra en la vigilia de este día– o a la peña de Horeb, donde Moisés hace brotar un manantial cuya agua recogen varios personajes. Otras escenas son la zarza ardiente, la escena de la recolección del maná, el culto al becerro de oro y la serpiente de bronce en el campamento israelita… mientras el cristal, a la vez, refleja a quien lo mira y deja entrever el movimiento de la vida.

Domingo de Pascua

Es Domingo de Pascua, el día en que experimentar como los apóstoles que se ha cumplido los que decían las Escrituras: “que Él había de resucitar de entre los muertos”. La vida que se impone con fuerza sobre la muerte se deja entrever por en medio de las vendas y el sudario quedan que quedaron como testigos mudos en el sepulcro de que ahí estuvo su cuerpo muerto. Ha sido Dios mismo, ese Padre del que tantas veces habló Jesús, el que lo ha levantado de entre los muertos. Y le ha dado una nueva vida. Una vida diferente, plena. Jesús ya no pertenece al reino de los muertos sino que está entre los vivos de verdad. En esa vida nueva su humanidad queda definitivamente transida de divinidad. La muerte ya no tiene poder sobre él. Ahí, precisamente ahí, brota la vida. Es la semilla que muere para convertirse en fruto, los primeros brotes rompiendo la tierra

Pocas representaciones de la Resurrección de Cristo pueden imitar el particular estilo del Greco. En el Prado, en la sala 9B, se reúnen las tablas pintadas en óleo sobre lienzo para el retablo de un seminario agustino de Madrid. En el nivel más bajo están la Anunciación, la Adoración de los Pastores y el Bautismo y en el piso superior la Crucifixión y Pentecostés con esta Resurrección en medio. Jesús parece ascender entre unos soldados asombrados por contemplar este extraño misterio. La bandera de la victoria del Cristo glorioso