Enrique Lluc
Doctor en Ciencias Económicas

Qué clase de profesionales queremos educar


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En nuestro país, tenemos una gran cantidad de entidades católicas que se dedican a la enseñanza: colegios, institutos, universidades, centros de formación profesional. Creo que no me equivoco si afirmo que no existe ninguna etapa de la enseñanza en la que no esté presente la Iglesia de una manera u otra. Recuerdo a Toni Catalá comentando como la educación católica en España, en estos momentos, es una presencia de frontera, porque la mayoría de los alumnos que tenemos no viven en ambientes cristianos y muchos de ellos no han sido educados en el cristianismo.



Estoy convencido, como lo estaba Toni, que para muchos de los alumnos que tenemos, su paso por un centro católico es la única oportunidad que tienen en su vida de escuchar el mensaje cristiano de una manera positiva. Por ello, creo que es muy importante reflexionar sobre cómo estamos aprovechando esta oportunidad de regalarles y ofrecerles esa buena noticia que tenemos. Es decir, plantearnos una y otra vez, como transmitir una fe que nos alimenta, que nos lleva a una vida plena y que creemos que va a ser positiva para ellos en el futuro si tienen la suerte de que se instale en sus corazones.

En este sentido hay dos niveles en los que creo que podemos ofrecerles y regalarles esa buena noticia. Uno es el pastoral, es decir, el explícito. Ofrecerles la oportunidad de conocer las bases de nuestra fe, de que puedan descubrir cómo el cristianismo es un camino en el que vale la pena vivir, que les va a llevar a una vida más plena de ofrecimiento al otro y de construcción de un mundo más humano. El anuncio explícito del cristianismo, es clave en nuestra educación y debemos pensar sobre ello.

El segundo nivel es el implícito, aquel que se transmite de una manera sutil, no tanto por lo que se explicita sino por lo que vive. Me refiero a plantearnos cuál es el profesional que nosotros queremos formar, en qué características estamos educando para que cuando salgan del centro educativo y entren en el mercado laboral, tengan unas cualidades que les lleven a ser personas de provecho para la sociedad en la que se encuentran y que, independientemente de su fe, puedan vivir los valores de la Doctrina Social de la Iglesia en su día a día porque, los han hecho propios a lo largo de sus años de aprendizaje.

Sin garantías

Durante estas semanas estivales voy a hablar sobre esta segunda manera de educar en los valores cristianos, sobre las características que debería tener la formación de nuestros futuros profesionales, sobre qué valores extraídos de la DSI debemos ofrecer a nuestros alumnos para que su labor profesional sea fuente de perfeccionamiento para ellos y un servicio positivo para la construcción del bien común. Solo me queda recordar que ofrecer una educación en una línea no garantiza los resultados. Los alumnos son libres y pueden decidir poner en marcha lo que les enseñamos o hacer otra cosa o lo contrario.