Rafael Salomón
Comunicador católico

Navidad con su familia


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Entre los pasillos blancos y con ese olor característico de limpieza que tienen los hospitales, se percibe poco movimiento de personal, muchos de ellos han tomado su descanso o simplemente porque el trabajo de la tarde en ocasiones disminuye, se nota que se acerca Navidad, faltan cuatro días para la celebración.



En la habitación 303 está un paciente muy delicado, es un hombre mayor de 74 años, con tema respiratorio complicado, portador de una traqueostomía, la colocaron un par de años atrás, tiene cáncer en la garganta y se ha diseminado por la mayor parte de su cuerpo, causando dolores y en ocasiones connatos de tos que comprometen su respiración.

Le queda poco tiempo de vida, él lo sabe y ha tratado de comentarlo escribiendo en una libreta, ya no puede hablar, desea pasar Navidad con su familia. Le estamos ofreciendo cuidados paliativos para disminuir el dolor y darle calidad en el tiempo que le corresponda vivir.

Cada vez que puede, insiste en que lea su libreta, donde ha escrito que quiere pasar Navidad en casa, algo en mi interior me indica que tal vez tendría que ser condescendiente y dejar que pase esas fechas con su familia, seguramente, después regresará y continuará recibiendo los cuidados paliativos. Entiendo el riesgo, pero lo asumo, le digo como médico responsable: -¡Vaya pues con su familia!-.

 

Viviendo su duelo en plena Navidad

Repentinamente su rostro se ilumina, veo cierta fortaleza en él y dibuja una sonrisa mostrando su sincero agradecimiento. Se realizan las gestiones necesarias para que salga por unos días del hospital, en cuestión de horas llegan sus familiares, les doy algunas recomendaciones para la atención del paciente y les deseo a todos que pasen una feliz Navidad.

La familia sale con esa alegría particular, es el deseo de dejar un poco de dolor y de realizar actividades nuevas, fuera de este lugar. Me alegró verlos con esa felicidad que sin tratarse de un alta médica, les permitía bajo su responsabilidad como familia, asumir el compromiso de seguir con el cuidado desde casa. Mis actividades en el hospital nunca terminan, así que, no recuerdo cuánto tiempo pasó, pero me parecieron dos o tres horas.

La misma familia regresó con otro rostro, el de la tristeza, su familiar había muerto rumbo a casa, en la vía pública. Estaban devastados, porque hacía unas cuántas horas mostraban su alegría por salir del lugar, ahora llegaban con la profunda tristeza de que el enfermo había fallecído. Yo mismo tuve que firmar el documento de defunción, mientras lo hacía, pensaba en esa nota que escribió el paciente pidiéndome regresar a casa.

Tal vez lo sabía, le quedaban horas de vida y trataba de aprovecharlas, sólo que su última voluntad no se cumplió, no pudo llegar con los suyos. Imagino a la familia viviendo su duelo en plena Navidad, debe ser una profunda tristeza, un cambio total a la celebración. Mientras sigo pensando en la nota que escribió el paciente para irse a casa esta tarde, repentinamente me llaman porque se ha presentado una urgencia en el segundo piso, apenas me doy cuenta que faltan cuatro días para Navidad.