José Luis Pinilla
Migraciones. Fundación San Juan del Castillo. Grupos Loyola

Los tres reyes magos: viaje de ida y vuelta


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Acompañando hace unos años la realidad de los migrantes españoles en Colonia –reposo final de los Reyes Magos–, me encontré con un grupo de jóvenes hijos de emigrantes y a una de las cuales le pregunté si se “sentía” española, o alemana. A lo que me respondió: “Cuando estoy en España “soy” la alemana, y cuando estoy en Alemania “soy” la española”.



Estamos ante un normal “cruce de identidades” para describir las mismas, bien en función de su origen, de su nacimiento, o de su destinos o viajes, de su situación legal… Tema muy bien y abundantemente desarrollado y estudiado –y ¡lo que queda por hacer!– cuando se van perfilando las características de las distintas generaciones que van construyendo las distintas sociedades. Porque la construcción de la identidad es un factor constitutivo en el proceso vital de las personas y de los grupos. En nuestro mundo actual globalizado y diverso, este elemento es nuclear, observado desde una mirada de los flujos migratorios y la integración social. Baste decir por ahora que es en el “día a día”, en el paso a paso, donde se juegan muchas de las dinámicas identitarias, y en las que se entrelazan procesos de identidad personal y colectiva, con manifestaciones más estáticas y dinámicas

La identidad del migrante

La identidad del migrante está forjada a través de duras experiencias que van moldeando su personalidad a golpe de educación y cultura, integraciones (o exclusiones), voces, raíces, gestos… Mantenidos y/o recibidos, adquiridos y/o descubiertos. La migración se convierte así en un duro itinerario que nunca se olvida. Hay un viaje interior (que incluye adaptaciones, duelos, ausencias, enriquecimientos, pobrezas…), forjado también a través de distintos itinerarios exteriores. Y todo eso el migrante se lo lleva pegado al alma.

En el caso que nos ocupa en estos días de primeros de año, nos referimos a una conjunción de identidades que la leyenda ha ido forjando en torno a los Reyes Magos. Desvelándose a duras penas a través de su origen, su raza, su época, los regalos que ofrecen, etc. Pero sobre todo por el elemento determinante de la belleza del horizonte común hacia el que caminan desde la diversidad. Y que expresa la universalidad que significa su presencia ante el Niño de Belén en su viaje de ida. Sin olvidar los peligros que esquivan y eluden y que también les configuran en su viaje de vuelta (¿es necesario hablar de Herodes, ayer y hoy?). Todo hace de ellos un colectivo imaginado y/o construido que habla muy bien de la posibilidad del encaje de las culturas y de la cohesión social tan necesaria hoy día en una diversidad tan plural.

Peregrinar hasta Colonia

Al fin y al cabo, estábamos en Colonia, el lugar donde están enterrados los tres reyes magos cuyos restos “recorrieron” numerosos países. Reposan en una bellísima arqueta decorada y que está cobijada en la majestuosa catedral gótica a orillas del río Rin. A donde llegaron desde Milán cuando Federico I Barbarroja, trasladó los restos de los Reyes Magos desde la basílica de San Eustorgio, donde llegaron tras su peregrinaje a Belén y Jerusalén tras otras peripecias viajeras muy variadas y múltiples “desde Oriente” hasta la catedral de Colonia. En una época en que las reliquias en el Medievo, en este caso las suyas, eran un elemento político de primera magnitud.

Hasta allá llegaron por fin tras unos viajes, transportes y andaduras extremas difíciles de descifrar. Incluso hay una leyenda que habla de que fueron bautizados y nombrados obispos, por el mismo santo Tomas apóstol cuando regresaron a su tierra de origen. Algunos hablan de que sus medios de transportes eran un caballo para Melchor por lo que parece que pudo proceder de Asia o de Europa, un dromedario para Gaspar que podría indicar una zona desértica de Medio oriente, y que Baltasar llegó a lomos de un Elefante que podría significar que fue una persona de procedencia africana. Los niños se imaginan hoy día muy distintos medios de transporte dadas las múltiples posibilidades que se les podrían ofrecer.

Preguntando por los Reyes

No me preocupan tanto los de Melchor y Gaspar, pero dada la identidad y origen posible de Baltasar me adhiero a lo que escribe mi antiguo compañero jesuita Jose Luis Blanco Vega cuando escribe de manera tan bella este relato que se titula “Preguntando por los Reyes”:

— Madre, ¿llegarán los tres?

— Siempre los tres, nunca fallan.

— ¿El rey blanco?

— En un trineo desde los hielos de Alaska.

— ¿El cobrizo?

— En un camello de los desiertos de Arabia.

— ¿Y el negro?

Con otros negros desde la costa africana. Vendrán en una patera.

— ¡Por eso lo preguntaba!