Raúl Molina
Profesor, padre de familia y miembro de CEMI

Los buenos también se organizan


Compartir

Querido amigo Pablo:



Salí pensativo de nuestra última reunión, dándole vueltas a la insistencia con la que nos querías hacer ver que “los malos se organizan” y que de poco sirve pensar que cultivándose a uno mismo se puedan cambiar las miserias de este mundo.

Coincides con el salmista cuando cantaba “sálvanos, Señor, que se acaban los buenos, que desaparece la lealtad entre los hombres: no hacen más que mentir a su prójimo, hablan con labios embusteros y con doblez de corazón” Salmo 11.

Pero, por un lado, no se puede ser bueno sin cultivarse y, por otro, no tengo tan claro que la bondad no esté organizada.

“Vosotros sois la sal de la tierra” (Mt 5,13)

Creer en el valor transformador del Evangelio es creer que los hombres y mujeres de buena voluntad “somos sal de la tierra. Presencia constante, disuelta, imperceptible…Diluidos en la realidad social en la que nos movemos. Como un ingrediente más, un aderezo, sin necesidad de ser presencia llamativa e impactante, con el reto de no faltar nunca en el plato y conscientes del valor de la pluralidad para hacer un guiso lleno de matices…Conectando desde la hondura con el mundo que se nos regala, con la humanidad con la que compartimos camino, con la propuesta esperanzada del evangelio de Jesús, con el abismo íntimo del Dios que nos acompaña” (‘La escuela desconcertada’).

A los que hemos mamado del marxismo, nos gusta leer el mundo desde la dialéctica del poder, entendiendo que la única solución es darle la vuelta a la tortilla para “derribar del trono a los poderosos y enaltecer a los humildes” (Lc 1,52). Y, realmente, creo que eso está ocurriendo ya. Porque “que el mundo fue y será una porquería ya lo sé”,“como cantara Discépolo, pero sería aún peor sin esos buenos organizados que viven en los límites de la sociedad; sin esos buenos organizados que dedican su esfuerzo a mejorar el futuro de niños y adolescentes; o sin los que enriquecen a la humanidad y hacen más bello el mundo con su capacidad artística; o sin los que cuidan de los suyos para que los suyos aprendan a cuidar de los otros; o sin los que trabajan en los medios de comunicación al servicio de la verdad; o sin esos buenos organizados que denuncian la injusticia desde asociaciones, sindicatos y partidos políticos; o sin esos otros que, simplemente, regalan serenidad, sabiduría y compañía.

Claro que los buenos se organizan.

Conviene sacudirse el polvo.