Enrique Lluc
Doctor en Ciencias Económicas

La sociedad capitalista


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Tras la caída del muro de Berlín, Juan Pablo II escribió la encíclica ‘Centesimus annus’. En el número 42 se planteaba si ante la caída de los países socialistas, el capitalismo era la verdadera solución a los problemas de estas naciones. Lo que respondía en esta encíclica era lo siguiente: “Si por ‘capitalismo’ se entiende un sistema económico que reconoce el papel fundamental y positivo de la empresa, del mercado, de la propiedad privada y de la consiguiente responsabilidad para con los medios de producción, de la libre creatividad humana en el sector de la economía, la respuesta ciertamente es positiva, aunque quizá sería más apropiado hablar de ‘economía de empresa’, ‘economía de mercado’, o simplemente de ‘economía libre’. Pero si por ‘capitalismo’ se entiende un sistema en el cual la libertad, en el ámbito económico, no está encuadrada en un sólido contexto jurídico que la ponga al servicio de la libertad humana integral y la considere como una particular dimensión de la misma, cuyo centro es ético y religioso, entonces la respuesta es absolutamente negativa”.



Aunque es una cita algo larga para un artículo tan corto como este, creo que es importante tenerla en cuenta porque nos muestra de una manera clara la diferenciación en la que baso la hipótesis que voy a desarrollar y nos va a permitir entender y poner en su lugar las acusaciones a Francisco de ser comunista y a la DSI de ser capitalista. Porque aquí vemos el carácter polisémico de la palabra capitalismo y cómo la Encíclica lo sitúa en dos dimensiones: la institucional y la de las creencias o mapas de sentidos.

Porque cuando hablamos de las instituciones que, normalmente, acompañan al capitalismo, la DSI tiene una idea positiva de las mismas. Es decir, reconocer la propiedad privada de los medios de producción, al mercado como un buen instrumento, la libre iniciativa de las personas para crear sus propias empresas o para dedicar su tiempo de trabajo a aquello a lo que se ven llamadas, se consideran instituciones positivas para las personas. Si preguntamos a cualquier colectivo, seguramente nos dirán que les parece bien, que es conveniente que tengamos libertad para tener iniciativa económica, para elegir aquello a lo que queremos dedicar nuestra vida…

Visión negativa

Sin embargo, muchas veces el capitalismo se basa en unas creencias que la DSI no considera positivas. Me refiero a encuadrar la actividad económica en un marco en el que la búsqueda del máximo beneficio acabe cercenando la libertad de las personas, o acabe limitando las posibilidades para una vida digna. Cuando esto sucede, esta manera de pensar la economía no es la adecuada. Olvidar que toda la organización social debe estar al servicio de las personas y de su desarrollo integral es entender mal hacia donde tenemos que dirigir nuestra actividad económica. Por ello, en el nivel de las creencias, perseguir algo alejado de la idea de bien común, es considerado de manera negativa por la DSI.