Trinidad Ried
Presidenta de la Fundación Vínculo

La ley del péndulo


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Qué sorpresa y asombro produce contemplar esta regla de la física en la realidad. Podemos experimentarla en toda su belleza y majestad si lanzamos al mismo tiempo una o mil esferas de colores en la misma dirección y velocidad. Lo que en un principio se observa como una columna derecha, rápidamente comienza a desarmarse en un aparente caos de pelotas volando para todas partes, hasta que, después de un tiempo, el mismo movimiento las centra y las vuelve a formar en la línea inicial. Esto que sucede con la materia también podemos observarlo en nuestros procesos personales, sociales e históricos, “leyendo” en ello una sabiduría y mano divina que no podemos obviar.



La complejidad de nuestra vida podríamos asemejarla a un “voladero” infinito y caótico de esferas chocando y moviéndose para todas las direcciones inimaginables, sin una lógica ni línea que podamos trazar. Incertidumbre es otra palabra para describir la entropía en que nos encontramos como planeta, humanidad, sociedad y personas en particular. Todo se mueve demasiado rápido y es casi imposible detectar vectores que permitan predecir un futuro o prever cómo actuar. A muchos esto les desesperanza, angustia, paraliza… A otros les hace sacar sus peores versiones para asegurarse dentro de la jungla mundial. Sin embargo, quizás la mirada de esta ley nos puede animar.

Una esperanza real

Mirando el escenario recién descrito, podríamos pensar que ya hace un buen tiempo se produjo el lanzamiento de las “esferas” de la vida, con toda su complejidad. Por nombrar algunas de ellas, están el calentamiento global, la migración forzada, la tecnología en su máxima expresión, la tensión política-económica frente al modelo capitalista y la democracia, el envejecimiento de la población, la sociedad líquida, la desinstitucionalización de la fe, el narcotráfico, las micro guerras, los movimientos de equidad, etc.

Ahora nos encontraríamos con el clímax del aparente caos donde todas estas fuerzas se interceptan, chocan y generan roces de calor que muchas veces terminan en violencia y agresión. Sin embargo, pasado este tiempo, las cosas debieran tender a una mayor calma, armonía, entendimiento y, finalmente, percibir una nueva realidad más plena que la inicial.

La resistencia natural

No obstante lo anterior, es tal el grado de tensión y agitación que se vive cuando estamos en medio de la “ley del péndulo”, que es absolutamente humano resistirnos al conflicto, al dolor, a la incertidumbre y al desorden porque nos parece energía negativa que hay que evitar a toda costa. Sin embargo, es esta “energía” la que permite mover y transformar las cosas; es este dolor el que nos permite crecer, liberarnos y reaprender nuevos modos de relación con el planeta, con la producción, con las fronteras, con la distribución de las riquezas, con la diversidad humana, con el reconocimiento de la equidad y la igualdad, con Dios y nuestros hermanos, con los que piensan diferente, con la tecnología emergente…

Sin ese porcentaje de “negatividad”, no podríamos evolucionar ni desenseñar modos que ya no son dignos para todos. El desafío está entonces en resignificar el momento que vivimos y dar por hecho que de la incertidumbre actual saldrán frutos inesperados y preciosos para la humanidad. Es una ley física y pendular.

Costos y daños colaterales

Con esta mirada no se trata de ser ingenuos y no ver todo el dolor que nos pueda ocasionar. El libre albedrío y la opción por el mal de algunos siempre dejan secuelas en este orden universal. Hay y habrá mártires e inocentes que no alcanzarán a disfrutar del nuevo orden mundial, pero sí habrán sido parte de la historia heroica y de la construcción de una humanidad más fraterna, y no se olvidarán.

Si todo esto ocurre a nivel macro, también se da a nivel individual. Todo caos es el paso previo a un nuevo nacimiento, con más fecundidad, madurez y libertad. Solo se requiere fidelidad en el amor propio y a los demás, autoconocimiento y cuidar la esencia de lo que somos, y la entrega confiada a Dios para navegar en medio de la tempestad. Ya llegarán la calma, la paz y la alegría. Se los comparto como testimonio de vida y con toda la fuerza y fe que las líneas me permiten expresar: la ley del péndulo es real.