Enrique Lluc
Doctor en Ciencias Económicas

La DSI, Francisco, el comunismo y el capitalismo


Compartir

Después de cuatro semanas tratando este tema, creo que ha quedado claro cuáles son las ideas en las que las distintas ideologías coinciden con la DSI y en cuales difieren. Por un lado, la DSI cree en el destino universal de los bienes y en la consecuente preferencia de quienes peor están. Por ello un sistema económico debe ponerse al servicio de los más desfavorecidos para lograr que la cantidad de personas que pasan necesidad sean las menos posibles. En este sentido, la DSI parece coincidir con los objetivos históricos del Socialismo.



Sin embargo, por otro lado, la DSI defiende la propiedad privada de los medios de producción, la confianza en la sociedad civil y su libre iniciativa, en poner al Estado al servicio de las personas y sus asociaciones y no al contrario, en garantizar la libertad de pensamiento, de oposición al gobierno y a sus actuaciones. En este sentido la DSI aprueba mucho más las instituciones capitalistas que las socialistas que van en un sentido diametralmente opuesto al pensamiento cristiano.

Y aquí tenemos la aparente contradicción. Para las mentes estrechas que no son capaces de salir de las calificaciones del siglo XX, las relaciones indicadas entre socialismo y lucha a favor de los pobres y capitalismo y egoísmo e interés particular, son inamovibles, están ambas intrínsecamente unidas. Sin embargo es posible construir sociedades en las que instituciones como el mercado, la libre iniciativa, las empresas y la sociedad civil, puedan dirigirse a lograr otros objetivos y en especial el de favorecer a quienes pero están.

Construir el bien común

Francisco y la DSI se atreven a soñar y a creer posible este ideal: combinar unas creencias en las que se pretenda ayudar a los más desfavorecidos, en las que se quiera construir una economía al servicio de las personas, en las que el tener se ponga al servicio del ser, con unas instituciones basadas en el libre mercado, en la libre iniciativa de personas y colectivos, en el desarrollo de la sociedad civil, en la riqueza de la diversidad y de la armonía social, en las que el Estado construya bien común.

Por ello, ni Francisco ni la Iglesia son comunistas o capitalistas, por eso se oponen y comparten ideas con unos y otros. Porque lo que quieren es construir una sociedad que intente lograr el bien común. Y esto supone buscar decididamente el bien de todos y de cada uno a través de un sistema económico y social que intente favorecer a quienes más lo necesitan (por eso precisamente, porque son los más necesitados) sin que esto suponga ir en contra de la libertad de las personas sino todo lo contrario. Debemos ser capaces de imaginar y de construir esa manera de pensar que combine ambas cosas. Y, atención, es posible, hay propuestas, solo falta más gente que se atreva a comenzar a hacerlas realidad en sus vidas, en sus empresas y en sus sociedades.