Rixio Portillo
Profesor e investigador de la Universidad de Monterrey

El tiempo que nos ha tocado vivir


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Una de las frases que resuena en la noche de la pascua, al consagrar el nuevo cirio es, ‘suyo es el tiempo’, pero ¿qué podrá significar dicha expresión en un tiempo en el que parece triunfar el odio, el mal, y la violencia?



La primera opción para abordar la complejidad de las situaciones que suceden en este tiempo puede ser desde el cinismo absoluto de que ya no hay nada por hacer; la sociedad, el país, las generaciones, son un caso irremediablemente perdido en el que se impone la máxima del status quo: mantener todo como está.

Una segunda posibilidad sería desde la alienación superior del yo, el ‘yoismo’, según una arbitraria perspectiva. Un pesimismo asfixiante que se sostiene en la minúscula ventana de nuestros ojos, lo cual, conlleva a lamentarse por el tiempo que nos ha tocado vivir.

El atractivo de nuestro tiempo

Sin embargo, para responder a la pregunta inicial y a la frase evocada de la Vigilia Pascual; este tiempo, estos años, estos meses, estos días, con todo el devenir del mal y del bien, está signado por ser el límite puesto por Dios; el tiempo que Dios ha querido darnos, en el que estamos, en el que nos movemos y existimos.

Chiara Lubich, extraordinaria referencia de feminidad eclesial del siglo XXI, de nuestro hoy, de nuestro ahora, tiene un poema que pueda ayudar a la comprensión del tiempo. Dice:

“He aquí el gran atractivo

de nuestro tiempo:

penetrar en la más alta contemplación

y permanecer mezclado con todos,

hombre entre los hombres”.

Si, el gran atractivo de nuestro tiempo es contemplar en la contemporaneidad que Dios ha entrado en la humanidad, se ha hecho hombre, “hombre entre los hombres”, “actuando como un hombre cualquiera”, y por haber hecho esto, vale la pena esforzarse por esa humanidad.

La vida temporal en comunidad y comunión

Lubich en el citado texto dice:

“trazar en la multitud estelas de luz

y, al mismo tiempo, compartir con el prójimo

la injuria, el hambre, los golpes,

las breves alegrías”.

Las estelas de luz son las pequeñas obras de bien, los gestos de solidaridad, el amor que mueve el sol y las estrellas, como dice Dante Alighieri. Acompañar al prójimo y al hermano; en el hambre material o del sentido; en los golpes de la violencia; del dolor; de la guerra; unirse a las víctimas que han sido objeto de la violacion de sus Derechos Humanos — en América Latina son cientos de miles—; pero también en las alegrías por las conquistas civilizadoras y auténticamente humanas.

El hermoso texto de Lubich concluye con un tono iluminador y optimista, con una profesión fresca y llena de vida:

“Porque el atractivo

del nuestro, como el de todos los tiempos,

es lo más humano y lo más divino

que se pueda pensar:

Jesús y María:

el Verbo de Dios, hijo de un carpintero;

la Sede de la Sabiduría, ama de casa”.

Lo más humano y lo más divino: Jesús, con su madre, María, que sirven, que aman, que acompañan.

Por eso, la pascua es el tiempo de lo atractivo del momento presente, del hoy, que se abre a la eternidad desde la esperanza en el futuro, por el bien, por algo mejor, por algo nuevo, por la Vida Nueva, vida en abundancia, vida que no se acaba.


Por Rixio Gerardo Portillo Ríos. Profesor e investigador de la Universidad de Monterrey.

Para leer el texto del poema de Chiara Lubich – Aquí -.