Redactor de Vida Nueva Digital y de la revista Vida Nueva

¿Cuida nuestra sociedad a los niños?


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La madre

Santi tenía solo 5 años cundo murió debido a tumor cerebral el mes de marzo de 2018. Era el hijo de Mayte García y Santiago Cañizares, el conocido portero que se retiró de la primera línea deportiva en 2008. No es el único hijo de la pareja ya que Santi tenía una hermana mayor, Sofía, y era trillizo junto a India y Martina. Ahora que ha pasado el tiempo, la madre, Mayte García acudía a un programa de Telecinco el pasado sábado, a “Vive la vida”, ofreciendo un testimonio desgarrador para lo que es el tono habitual del programa –y hasta la cadena–.

La pérdida del niño ha sido la “mayor lección” que Dios le ha brindado en su vida a Mayte García, con quien pudo convivir mucho más que quienes pierden a su hijo durante la gestación. El tiempo que pasaron junto a él tras dos infartos cerebrales ha sido “un regalo de la vida” por poder estar a su lado. En el proceso tras el diagnóstico del cáncer, señaló, que se llenó de esperanza. “Mi ilusión era que volviera a disfrutar de la vida, que volviera a sentir… y lo conseguí. Por eso me ha quedado tanta paz, porque se ha ido rodeado de su familia”, confesaba.

Ahí resurgió la fe. En el niño y su familia recató una actitud ante la vida, sin poder hablar el pequeño Santi es el que le ayudó a sacar fuerzas para superar este “shock”. “Dios le da las peores guerras a los que pueden superarlas”, dijo con entereza nada fingida. Una certeza que muestra ante su propio futuro: “No tengo miedo a la muerte porque me va a recibir mi hijo”. A lo largo de la entrevista concretó mucho más y dio buena cuenta de cómo fue resurgiendo su fe acompañada por familiares y cómo fue superando miedos y temores.

“Soy humana y en los momentos de soledad tengo mis bajones, pero siento paz porque sé que mi hijo está en el cielo. Aprendes a entender que hay que dejarlo ir, porque ver a sufrir tu hijo es lo peor que te puede pasar y cuando ya no quedaba ninguna esperanza no quedaba más que dejarlo partir y que descansase”, señalaba. Testimonio de los que llegan.

El juicio

Mientras escucho este testimonio, sigue el revuelo mediático por el juicio contra Ana Julia Quezada, la mujer acusada de haber acabado con la vida del niño Gabriel Cruz (ocho años), apodado por sus paisanos de Almería el ‘Pescaíto’. Ella se ha confesado como la autora de la muerte del pequeño y ha declarado el pasado 10 de septiembre. Las lágrimas no han faltado tras un primer momento en el que se declaró inocente a cuando ha confesado la autoría.

Mató al pequeño, lo enterró, se unió al batallón de búsqueda, despistó a las autoridades, ha pedido perdón a la familia… aunque todo ha sabido a poco. La opinión pública llega cabreada a este juicio con sentencia dictada y con el recuerdo de una cobertura de la desaparición llena de sensacionalismo y dimes y diretes más o menos interesados. Los rumores de entonces, el cambio de imagen de la acusada, la palabra escueta y clara de los peritos hablando de ADN o rastros del móvil, se mueven ahora generando sensaciones encontradas que van desde la vergüenza ajena hasta la humildad profunda.

La vida

Ante la muerte de dos niños vemos las dos caras que se entremezclan en nuestras realidades cotidianas. La maldad y la bondad pura que trata de expresar el abrazo de Dios en los momentos de dolor más duro y más puro. El riesgo de tener y cuidar a un niño.

Un cuidado que en el ambiente europeo crece en bienestar y protección jurídica en lo que los niños se refiere. Pero, por otro lado, los números no salen, la natalidad no deja de caer en picado. Por eso Francisco subraya tantas veces que eso no es así en todo el mundo. Lo recordaba, una vez más, a la vuelta del viaje por Madagascar, Mozambique e Isla Mauricio cuando decía que “África está llena de vida. Encontré en África un gesto que había encontrado en Filipinas y en Cartagena en Colombia. La gente cría a los niños como si dijeran ‘este es mi tesoro, esta es mi victoria, mi orgullo’. Es el tesoro de los pobres, el niño. Pero es el tesoro de un país, de un país. Vi el mismo gesto en Europa del Este, en Iasci, especialmente esa abuela que mostraba al niño: este es mi triunfo…”

Si nuestra sociedad siente este tesoro, debe demostrarlo cada día con testimonios de entrega y sacrificio como el de Mayte García y Santiago Cañizares, esperando contra toda desesperanza.