¿Cristianos contra judíos?


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En estos días de la Semana Santa suele aparecer muy vívidamente una inveterada tendencia antisemita. Así se percibe, por ejemplo, en la bebida “estacional” como las torrijas denominada precisamente zurracapote o ‘matajudíos’, una limonada de Semana Santa extendida por varias regiones de España con un antisemitismo que hoy, a Dios gracias, solo se expresa en el nombre.



Matriz judía

Ha habido una fuerte tendencia a considerar el judaísmo y el cristianismo no solo como religiones separadas, sino profundamente enfrentadas. Sin embargo, esto es olvidar que el cristianismo nació de su matriz judía. De hecho, el papa Juan Pablo II, en su histórica visita a la sinagoga de Roma el 13 de abril de 1986, llamó a los judíos “hermanos mayores” en la fe de los cristianos.

El caso de san Pablo es especialmente llamativo a este respecto. El 25 de enero, la liturgia celebra la “Conversión de san Pablo”, y hay muchas personas que consideran esta conversión como un cambio de religión. Sin embargo, el propio Pablo no lo vivió así, sino más bien como una vivencia distinta del mismo Dios en quien creía siendo fariseo. En un libro de François Vouga (‘Yo, Pablo. Las confesiones del Apóstol’ [Sal Terrae, 2007]), este autor suizo pone las siguientes palabras en labios del Apóstol: “Es evidente que mi Dios, el Dios en el que Jesucristo puso su confianza y el Dios que lo resucitó, no es otro que mi Dios antiguo, el Dios de Abrahán y de Moisés, y está claro que este Dios ha sido siempre el Padre que justifica gratuitamente. Dios no ha cambiado aun cuando Dios, tal vez, cambia siempre. Dios no ha cambiado, pero mi Dios [me] cambió a mi Dios” (p. 52).

Una manera paradójica, pero muy gráfica y poderosa, de asomarse al misterio de la transformación algunos la llaman vocación que sufrió san Pablo y que le hizo descubrir que su Dios “judío” había cambiado –sin ser otro distinto– por mediación de Jesucristo. Algunos autores han dicho que lo que Pablo descubrió –¿camino de Damasco?– fue un judaísmo de corte universalista, abierto a los paganos.

La Semana Santa puede ser un buen momento para descubrir el anuncio de una salvación para todos que nace del corazón de la tradición de Israel.