Contemplación de la encarnación en la Amazonía


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Veo tu belleza sublime y perfecta que reverdece y nos habla del Misterio de Dios en todo lo creado en esta Amazonía. Te experimento en el verdor incesante de la naturaleza que expresa vida descomunal en cada rincón de esta selva. Te admiro en los ríos incontenibles que corren y llevan vida y posibilidad de continuidad en esas aguas que bañan cada sitio que recorren. Estás aquí en cada criatura con su función específica que trae posibilidad de plenitud, es decir, una en existencia que glorifica nuestro mundo de manera casi imperceptible y en la aparentemente pacífica cadencia de este reino que se mueve sin parar en proceso de consumación. 



Te admiro en la creación presente en esta Amazonía, en las mujeres y hombres de todos los días, quienes trabajan para traer posibilidades de vida digna para sus pueblos, sus familias, y por tanto, en esta selva conectada con todo el mundo y el cosmos que ofrece vida para todas y todos. Estás ahí en el trabajo arduo y digno de los pequeños seres, esos insectos aparentemente irrelevantes que alimentan la vida, la recrean, la posibilitan y la potencian en todas sus expresiones sin ninguna pretensión más que la de existir, y existiendo proyectan vida.

Te puedo sentir en cada fibra de los alimentos que recibo y que en el silencio interno me saben a Ti. Es como si te estuviera recibiendo al hacerme uno contigo, Dios de la vida, un acto de comunión. Me hago consciente del trabajo de mujeres y hombres en esta Amazonía, y en cualquier campo, que han hecho posible que tengamos acceso a este alimento, y en ello cada bocado me sabe a gozo. Cuánto anhelo poder seguir experimentándote así en el camino cotidiano de mi vida de ciudad, de saberte entrando en mi ser para recorrer cada fibra de mi ser nutriendo mi vida sacando el jugo de sabernos aquí, llamadas y llamados a defender lo que viabiliza la vida, y asimismo, resistir a todo lo que la impide. 

Si los que están tan lejos del sentido de vida tuvieran la posibilidad de comprender esto, sabrían que el camino es el de la protección, del cuidado, el encuentro, del precautelar la vida misma en su punto de ebullición, como es esta Amazonía. Sabrían que en cada semilla se encuentra el milagro y el misterio contenidos dando posibilidad de continuidad. Que sepan todas y todos que haces redención y llamas hacia ti en toda la diversidad de la vida en identidades y culturas. 

Pidamos que nuestro trabajo cultive, produzca, promueva, facilite y haga emerger más vida. Que podamos reconocer que haces salir el sol para todos y todas sin distinción, pues eres fuente de vida, y en ello la certeza de que más allá de las rupturas y violencias, algún día hemos de converger. 

Debemos hacernos cargo de lo crueles que son nuestros actos de libertad que de tantas maneras atentan contra la belleza de la vida en todo lo creado. Me sobrecoge hacerme consciente de lo mucho que mi forma de vida atenta contra la propia vida. Veo nuestra perdición en esa cultura del descarte que va matando poco a poco la posibilidad de un mañana, y que nos alcanza hasta aquí y ahora en la Amazonía poniéndola en riesgo de ser destrozada. Montañas de deshecho que crecen sin parar, y que son una analogía de ese anhelo insaciable de poseer más y que nos va también pudriendo por dentro. Somos responsables de la muerte de la vida, y sus efectos en la Amazonía, por opción y por omisión. 

Los ríos, antes fuente de vida perfecta, son hoy incluso en algunos sitios de la Amazonía la ruta para la expansión de la pestilencia de nuestros desechos, los ríos son incluso portadores de muerte con todo lo que producen las acciones de extracción minera y petrolera. Seguimos envenenando sistemáticamente a los ríos, haciendo toda vida imposible, y con esa estupidez absoluta estamos matando nuestro futuro junto con nuestro presente. La Amazonía es una posible ruta de salida ante este morir día a día, solo si abrazamos su fragilidad y su misterio, y optamos por defenderla. Cada día nos vamos suicidando paulatina, pero imparablemente. 

¿Qué somos la mujer y el hombre para que te acuerdes de nosotros? La genialidad creativa del ser humano es evidente y es también la promesa de tu encarnación productiva y reproductiva de vida y posibilidades. Pero, hoy esa posibilidad está subyugada bajo los efímeros anhelos de posesión y dominación de este sistema que mata, aplasta, excluye, arrebata vida y produce enfermedad, pobreza o una existencia de los mínimos. En esta Amazonía estos gestos se van reproduciendo por tantos sitios, y ponen en riesgo la vida de los propios pueblos originarios en sus territorios, en contraste con sus enseñanzas milenarias que apuestan a los máximos. 

Encárnate Señor de la vida con más fuerza, encárnate Cristo cósmico en un amor que sobreabunde la muerte, irrumpe en los corazones de cada persona y haz visible la luz de cada día, la luz de cada ser y de todo lo creado. Sacude nuestra frágil existencia para reconocerte en la belleza de la creación, en los trazos de hermosura en esta Amazonía lastimada. Danos la fuerza de tu causa para que podamos asumir la locura por el Reino en todo nuestro ser en plena conciencia fraternal y universal, mirando al Cristo cósmico que asciende como consciencia hacia el amor:

Se cree a menudo honrar al cristianismo dejándole reducido a una especie de dulce filantropía. Ello revierte a no comprender absolutamente nada de sus “misterios” si no se sabe ver en él la más realista y la más cósmica de las fes y de las esperanzas. El Reino de Dios, ¿una gran familia? Sí, en un determinado sentido. Pero, también, en otro sentido, una prodigiosa operación biológica: la de la Encarnación redentora. (Pierre Teilhard de Chardin. ‘El fenómeno humano’)

Puentes en este camino Sinodal

En septiembre de 2018, faltando casi un año para el Sínodo, en la plenitud de los procesos de preparación y comenzando los que serían más de 350 momentos de escucha al pueblo de Dios en el territorio Amazónico, aparecían preguntas intensas sobre la posibilidad, o no, de que este proceso diera los frutos esperados. ¿Seríamos capaces de acompañar este momento de reforma eclesial y de acompañar la territorialidad Amazónica desde la genuina escucha de las voces en este lugar? Aquí algunas reflexiones y meditaciones que acompañaban este momento:

Acompañar la conversión y hacerla vida duradera más allá del momento presente, que es pasajero, se define en el poder franquear las duras pruebas que se viven en la pugna de miradas del mundo que están en conflicto sobre la Amazonía, sea desde lo político, económico, cultural o incluso religioso. Es una verdadera lucha de epistemologías en conflicto. En la Iglesia se trata de asumir una opción vital e ineludible por el acompañamiento y defensa de la vida concreta del pueblo y de su existencia en relación intrínseca con este territorio, y en ello optar por Cristo. 

Estamos en una durísima disputa que hace eco de las gracias postergadas, o en proceso de construcción paulatina desde hace 50 años, donde el Espíritu nos ha impulsado, a la luz del Concilio Vaticano II, a mantener la fidelidad absoluta a la fuente primaria que es la Encarnación de Dios en la vida concreta. Estar del lado del proyecto de redención de Jesús es estar con las diversas comunidades amazónicas, defender su identidad, su cultura, su territorio, es decir su existencia. Y luego, buscar los nuevos caminos para compartir inter-culturalmente la fuerza de la fe y la riqueza de unos y otros sin imposición, en verdadera fraternidad al modo de Jesús.

La libertad interior que me ha dado la herencia espiritual de Ignacio en la que he caminado, y mi opción laical al servicio de esta Iglesia que me hace saberme siempre vulnerable ante los tejidos institucionales jerárquicos, es en realidad el más bello regalo escondido que Dios me presenta para ir adelante en este proceso con absoluta libertad. Avanzar en genuina comunión con la Iglesia, pero fiel al discernimiento personal y comunitario, convencido de que son las voces del territorio las que darán las pautas para esta liberación integral, y feliz de saber que estoy absolutamente de paso, y como laico no hay presión por la aspiración de títulos o cargos, sino solo la lucha diaria por la fidelidad al Espíritu. 

Esto es lo único que me ha mantenido más o menos fiel al llamado esencial, purificando la intención permanentemente, y aunque en este camino me he roto repetidamente interna y externamente, esto mismo ha evitado que se pierda el contacto directo con el barro de la fragilidad propia y la del territorio que piso como tierra sagrada en esta Amazonía y sus pueblos. 

En esto la REPAM ha sido un espacio en dónde tejer lo impensable e improbable, de crear y recrear posibilidades de encuentro de lo distinto, de poner un sello personal de dones y fragilidades, de habitar las tensiones para ir más allá de nuestras propias limitaciones ante un grito evidente que es el grito mismo de los pobres y de la tierra. Esta Red Eclesial Panamazónica ha sido una verdadera escuela de periferia que paulatinamente, y en sus claroscuros, ha ayudado a reconfigurar el centro, siendo medio y nunca un fin. 

Este camino, y el proceso Sinodal hasta este punto, han sido lo más complejo que jamás viví. Todas las capacidades, limitaciones, fuerzas y opciones vitales se han puesto en juego y Dios se sigue revelando como horizonte de esta opción de periferia en el corazón de la Iglesia, a pesar de todo lo que lo quiere frenar y de todos los que se oponen a los cambios ya impostergables del Concilio Vaticano II que hoy impulsa valientemete el papa Francisco. 

Ante este horizonte, junto con mis opciones vitales más profundas que siguen inamovibles, quemé las naves y así se reveló la experiencia más profunda del Dios que abraza mi absoluta ruptura y fragilidad. Me ha hecho nuevo, y siento que así nos ha hecho a todos los que hemos entrado en este proceso de la REPAM y del Sínodo con un corazón abierto y sin agendas particulares para imponer. Este proceso me ha liberado de mi batalla cotidiana para superar el protagonismo que me descentra, me ha permitido ver mis propias múltiples incoherencias, y abrazando mi podredumbre me he podido reconciliar poco a poco en la medida en que seguimos avanzando en este proceso Sinodal. 

Pero, son las voces del territorio, sus gritos y esperanzas, las que me purifican y me llevan a asumir mis propias cenizas y a encenderme nuevamente en el fuego de la fe junto con tantas mujeres y hombres con quienes vamos configurando este frágil proceso. 

Sigamos adelante tejiendo esta experiencia inédita de Iglesia que colabora en la construcción del Reino al servicio de este mundo hermoso y roto. Todo es Gracia. Que no traicionemos la fuerza interior que se nos ha dado y su clara presencia en este kairós, y que sigamos navegando en esta periferia, que hoy es también centro, en la fecunda incertidumbre de saber que Él lo hace todo nuevo en nosotros. Que seamos un verdadero puente que cruce de orilla a orilla para que en esta Amazonía lo diverso tenga su espacio, y de ella y en ese encuentro brote vida nueva.

Esta navegación continuará…