Enrique Lluc
Doctor en Ciencias Económicas

Aumentan los bienes y aumentan los que se los comen


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Si la semana pasada hablábamos de uno de los problemas que, según según los libros sapienciales, tiene el afán de riquezas y el estar concentrado en ellas, aquí vamos a ver otro de los que denuncian estos libros. Se trata de la cantidad de parásitos y los falsos amigos que se acumulan alrededor de quien tiene riquezas: “Cuando los bienes aumentan, aumentan los parásitos; y ¿qué ventaja saca el propietario? Verlos con sus ojos.” (Qo 5,10) La aparición de estas personas que solamente están atraídas por la ventaja que puede deparar su cercanía es algo que conocemos hoy en día. Existen personas que solamente quieren acercarse a aquellos que tienen unos grandes ingresos. Piensan que esto les va a beneficiar, ya que pueden acabar recibiendo una parte de esas riquezas de una manera directa o indirecta.



Muchos quieren acercarse al que tiene riquezas, muchos quieren aproximarse a quien le sonríe la diosa fortuna. Pero este acercamiento no es sincero, no busca a la persona, sino que pretende mendigar parte de sus riquezas. “Por el interés te quiero Andrés” Dice el refrán. No hay un acercamiento real, el otro no es alguien a quien acoger y a quien ofrecer todo lo que tengo, sino una persona de la que quiero sacar algo, de la que pretendo conseguir algún beneficio. Se trata de una relación interesada, en la que poco importa la persona y mucho su peculio.

Dudas razonables

Por ello el sabio advierte que aumentar las ganancias trae estos amigos parásitos que intentarán chupar la piel de quien ha logrado mejorar su posición. Son aquellos que cuando la situación es difícil, desaparecen rápidamente de la vista de aquel que está pasando por un mal momento. El rico tiene complicado saber si sus acompañantes lo son por interés material o si realmente se trata de buenas amistades que se mantendrán en cualquier circunstancia. Esta es una de las dudas razonables que puede tener la persona rica: conocer si tiene verdaderos amigos, si sus amistades son sinceras, si sus parejas le quieren realmente y por lo que son. Es una duda razonable porque las posibilidades de que no sea así son muy elevadas.

Esto incrementa, por tanto, la preocupación de la persona adinerada. Ya no tiene que estar pensando solamente en qué hace con sus propiedades, sino también debe estar atento para discernir qué clase de amistades tiene. Y esto, claro está, es complicado, porque las personas que se acercan a otras para aprovecharse de sus riquezas, normalmente no se van a mostrar de una manera transparente. Es muy complicado que alguien que esté haciendo eso lo reconozca (aunque algunos lo dicen sin ambages).

Normalmente lo disimulará para que el otro no se de cuenta, aunque, en una sociedad como la nuestra, podemos encontrar gente que ya no se esfuerce por disumularlo. Al fin y al cabo, muchos entienden la relación como un contrato en el que cada uno mira solo por sí mismo y se junta con el otro solamente para sacar algo de tajada de él. Por ello, pueden aparecer personas que ofrezcan su belleza, su prestigio o su atractivo, a cambio de las riquezas de la otra parte.