Con la canonización de Carlos de Foucauld, la Iglesia reconoce en el “hermano universal” huellas indelebles del soplo del Espíritu en su vida como la oración, la justicia, la hospitalidad, el diálogo interreligioso… Señales en el camino de esa identificación plena con Jesús a la que aspiraba desde la proximidad a los más alejados. Hoy, su testimonio se erige en legado para todo el Pueblo de Dios, impulso renovado para la misión y llamada a volver al Evangelio