Pliego
Portadilla del Pliego nº 3.109
Nº 3.109

Mártires de Argelia, testigos de la esperanza

Corría el año 2010 cuando una película inesperada arrasó en las taquillas. ‘De dioses y hombres’, del realizador francés Xavier Beauvois, vino a contarnos con una belleza sobrecogedora la historia de unos hombres hasta entonces prácticamente desconocidos en España: los monjes de Tibhirine. Estos siete trapenses fueron asesinados en Argelia en 1996, en medio de una guerra civil que duraría algo más de una década (1991-2002) y que diezmaría la población local.

El 8 de diciembre de 2018, los monjes de Tibhirine serán beatificados en Orán como mártires de la fe. Con ellos serán proclamados beatos otros doce religiosos y religiosas europeos que entregaron su vida durante el mismo período, entre ellos las españolas Esther Paniagua y Caridad Álvarez (agustinas misioneras) y el entonces obispo de Orán, Pierre Claverie.

Al hacer público el comunicado de la beatificación, los obispos de Argelia señalaban: “Nuestros hermanos y hermanas no aceptarían que les separásemos de aquellos y aquellas en medio de los cuales dieron su vida. Ellos son testigos de una fraternidad sin fronteras, de un amor que no hace diferencias. Por este motivo, su muerte pone de relieve el martirio de muchas y muchos argelinos, musulmanes, buscadores de sentido que, siendo artesanos de paz, perseguidos por la justicia, hombres y mujeres íntegros, permanecieron fieles hasta la muerte durante este decenio ‘negro’ que ensangrentó Argelia” (20 de enero de 2018).

Entre estos incontables “artesanos de paz” se encuentran 114 imanes, asesinados por los islamistas radicales porque se negaron a justificar el uso de la violencia. Recordemos también a los 12 cristianos croatas que fueron degollados en su trabajo. Los mismos terroristas, después de haber terminado con la vida de estos hombres, la emprendieron con otro grupo de obreros. Al ser interrogado, el primero de los trabajadores declaró que todos ellos eran musulmanes, aunque tres de sus compañeros presentes eran cristianos; para comprobarlo, el terrorista le hizo recitar la ‘shahâdâ’ (la profesión de fe musulmana) y, en vista de que la conocía, los dejaron partir. Este hombre, musulmán, arriesgó su vida por sus tres colegas cristianos y logró salvarlos; más fuerte que el miedo y que las creencias religiosas, entre ellos prevaleció el vínculo de la solidaridad y de la amistad.

Entre 1991 y 2002, Argelia vivió con horror una guerra civil que dejó como saldo más de 200.000 muertos, además de un número incontable de desaparecidos, desplazados y exiliados. Solo treinta años antes, el país había soportado ya una dura guerra de independencia contra Francia, que puso fin al período de colonización. (…)

La guerra no verá su fin hasta el año 2002, tras la rendición de una facción de la guerrilla y la práctica extinción de otra. Hubo, además, nuevas elecciones y una ley de amnistía que tuvo como consecuencia la reintegración social de los combatientes y una disminución importante de la violencia.

En 1994, la mayoría de los extranjeros abandonaron el país: periodistas, empleados consulares, cooperantes…, ante la inminencia del peligro, fueron repatriados. Henri Teissier, a la sazón arzobispo de Argel, pidió a todas las comunidades religiosas que hicieran un discernimiento para decidir con plena libertad si se sentían llamadas a permanecer en el país o a marcharse. Los 19 mártires, con cada una de las ocho comunidades religiosas de las que eran miembros, elegirán quedarse.

En mayo de ese mismo año 1994, morirán los primeros, Henri (marista) y Paul-Hélène (hermanita de la Asunción), a quienes seguirán las agustinas misioneras Esther y Caridad, el 23 de octubre, día del Domund. Un poco más tarde, el 27 de diciembre, cuatro Padres Blancos: Alain, Charles, Christian y Jean.

En 1995, son asesinadas tres mujeres: Bibiane y Angèle-Marie (religiosas de Nuestra Señora de los Apóstoles) y Odette (hermanita del Sagrado Corazón de Carlos de Foucauld).

Al año siguiente, 1996, son secuestrados y posteriormente asesinados los siete monjes de Tibhirine: Christian, Luc, Christophe, Célestin, Michel, Paul y Bruno. Por último, el 1 de agosto, morirán como consecuencia de una bomba Pierre Claverie (dominico y obispo de Orán), junto con Mohamed, un joven amigo musulmán que había ido a recogerle al aeropuerto.

Cuando, tras la muerte de Esther y Caridad, una religiosa de su congregación exclame en medio del dolor: “¡Basta ya de tanta muerte inútil!”, un musulmán que escucha su comentario responderá con extrañeza y respeto: “Yo siempre he oído decir que la muerte de un cristiano nunca es inútil”.


Índice del Pliego

I. MÁRTIRES Y TESTIGOS

  • Hombres y mujeres creyentes
  • El contexto de su muerte
  • “La muerte de un cristiano nunca es inútil”
  • Amistad, diálogo, convivencia
  • Testigos hoy y aquí
  • La alegría de las bienaventuranzas

II. ODETTE PRÉVOST, UNA VIDA DE FUEGO

  • Una mujer de grandes horizontes
  • Apasionada por el diálogo interreligioso
  • Marcharse… o quedarse
  • Tiempo de vendimia

III. TRES ICONOS, UNA PASIÓN

  • Chantal: “confesora de la fe”
  • Martine: la continuidad de la presencia
  • Elodie: dialogar en las calles de Europa

MIRAR MÁS LEJOS…

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