Pliego
Portadilla del Pliego, nº 3.346
Nº 3.346

Elogio de la ternura

Francisco ha hecho de la ternura una compañera inseparable, que aparece con frecuencia tanto en sus discursos como en sus propios gestos. Tal vez por ello haya sido denominado “el papa de la ternura”. Este hecho llama la atención porque, en la historia del magisterio pontificio, la ternura no ha sido un tema especialmente relevante.



Es cierto que sus predecesores inmediatos, Benedicto XVI y Juan Pablo II, se refieren a ella en numerosos lugares, pero la densidad de esta categoría en el conjunto de sus enseñanzas carece del calibre que encontramos constantemente en Francisco. No en vano, cada pontífice desarrolla con mayor profundidad ciertas líneas de pensamiento que vienen a enriquecer el acervo de la tradición eclesial.

Cuando se refiere a la ternura, el papa argentino no se pierde en palabras evocadoras, ni se limita a elaboraciones teológicas o a análisis de cualquier índole. Este concepto adquiere en su magisterio rostros concretos y provoca acciones también concretas; es, a un mismo tiempo, praxis, experiencia y reflexión.

Ponerse en el lugar del otro

Quienes le siguen de cerca saben que “Francisco practica la ternura sin edulcorantes: llora con la presa que ve crecer a su hijo en la cárcel, con los padres a los que han comunicado que la enfermedad de su hijo no tiene cura, con el niño que ha perdido a su familia en una dura travesía del Mediterráneo, con el sacerdote anciano que ha vivido años de torturas encerrado en prisiones por no renegar de su fe, con la mujer víctima de la trata de personas. Ternura que sabe ponerse siempre en el lugar del otro. Esa ternura se agiganta cuando tiene como destino a quienes no pueden dar nada a cambio. Él lo llama periferias existenciales y suelen estar más cerca de lo que imaginamos. Francisco sabe que todo sería más fácil si aprendiésemos de quienes no hablan de lo que les falta, sino de lo que tienen”.

Para Francisco, la capacidad de acoger la fragilidad y de ir al encuentro de toda persona descartada para reintegrarla a la mesa de la fraternidad brota de una experiencia previa y fundante: sentir en el fondo de la propia entraña el amor gratuito de Dios hecho ternura, como un abrazo que libera y restaura. Así lo expresa a menudo: “Cuántas veces pienso que le tenemos miedo a la ternura de Dios, y porque le tenemos miedo a la ternura de Dios, no dejamos que se experimente en nosotros y por eso tantas veces somos duros, severos, castigadores, somos pastores sin ternura”.

Mansedumbre y cercanía

No nos engañemos ni echemos balones fuera demasiado deprisa creyendo que esos “pastores sin ternura” son solo los ministros ordenados. A cada cual se nos confían a diario personas y situaciones que esperan un acercamiento atento y delicado, basado en la manera de actuar propia de Jesús: “Uno de los signos del buen pastor es la mansedumbre. El buen pastor es manso. Un pastor que no es manso no es un buen pastor. Tiene algo escondido, porque la mansedumbre se muestra tal cual es, sin defenderse. Es más, el pastor es tierno, tiene esa ternura de la cercanía, conoce a las ovejas una a una por su nombre y cuida de cada una como si fuera la única, hasta el punto de que cuando llega a casa después de una jornada de trabajo, cansado, se da cuenta de que le falta una, sale a trabajar otra vez para buscarla y la lleva consigo, la lleva sobre sus hombros (cf. Lc 15, 4-5)”.

La praxis de Francisco proviene, sin duda, de su profunda experiencia de la ternura. Ambas dimensiones, praxis y experiencia, fundamentan una reflexión teológica rica, expresada en términos que todo el mundo puede comprender, como si su manera de comunicar lo que piensa quisiera ser también una caricia a la inteligencia de los oyentes. Superando toda posible dicotomía, el Papa señala: “Teología y ternura parecen dos palabras distantes: la primera parece recordar el contexto académico, la segunda las relaciones interpersonales. En realidad, nuestra fe las vincula inextricablemente. La teología, de hecho, no puede ser abstracta –si fuera abstracta sería ideología– porque surge de un conocimiento existencial, nacido del encuentro con el Verbo hecho carne. La teología está llamada, pues, a comunicar la concreción del Dios amor. Y la ternura es un buen ‘existencial concreto’, para traducir en nuestros tiempos el afecto que el Señor nutre por nosotros”.

Una auténtica revolución

En el magisterio de Francisco, la ternura se convierte en una auténtica revolución, un cambio radical y profundo orientado a transformar desde dentro las estructuras personales, sociales y eclesiales. “Sin esta ‘revolución de la ternura’ –hace falta ¡una revolución de la ternura!–, corremos el riesgo de permanecer presos en una justicia que no permite levantarnos fácilmente y que confunde la redención con el castigo”. Todas las personas de buena voluntad son convocadas a sumarse a este movimiento gigantesco, caracterizado por la humildad y la mansedumbre. Teólogos y artistas, ancianos y jóvenes, activistas sociales y personas recluidas a la marginación, sacerdotes y laicos… Todos somos llamados a alistarnos en las filas del trabajo cotidiano por un mundo preñado de integración y misericordia.

¿De qué hablamos cuando hablamos de ternura? ¿Podemos aplicar esta cualidad tanto a las personas como a los animales, las plantas y los objetos? Sí… y no.

De ciertos alimentos que se parten fácilmente decimos que son tiernos. Así ocurre, por ejemplo, con la carne bien cocinada y el pan fresco, sin que ello nos despierte, sin embargo, un sentimiento de ternura; más bien, diremos que tienen “terneza”.

Relaciones y sentimientos

Cuando nos referimos a las relaciones, los significados cambian. La ternura pasa al ámbito de los sentimientos y, atravesando los sentidos, deja fluir esa realidad intangible que llamamos amor. Afecto, cariño, suavidad o dulzura pueden entonces actuar como canales que nutren la relación con los lenguajes pertenecientes a la delicadeza y al cuidado.

Por ello podemos afirmar que la ternura es una expresión de amor que se revela específicamente ante la desnudez y la fragilidad. Lo pequeño y vulnerable, lo indefenso y desvalido, aquello que se entrega sin armaduras, aquello que corre algún tipo de peligro y necesita soporte para seguir viviendo, es el lugar de emergencia propio de la ternura. Lo vemos con más claridad si nos asomamos a realidades concretas que encontramos cada día. (…)

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Índice del Pliego

‘LA REVOLUCIÓN DE LA TERNURA’

DECLINACIONES DE LA TERNURA

TERNURA Y SENTIDOS

  • Caricias que nutren
  • Miradas que reconocen
  • Olores que delatan
  • Palabras que restauran
  • Sabores que deleitan

TERNURA Y EUCARISTÍA

  • Cuerpo que se inclina y sirve
  • Pan partido y repartido
  • Comunidad que incluye y abraza

TERNURA Y ÉTICA

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