¿Qué guía la evolución?

(Cristóbal Mª Barrionuevo– Iwakuni shi, Japón) Rogaría al Sr. Alfonso Novo (autor del Pliego “Evolución y cristianismo”, VN, nº 2.696) que me explicara por qué las mutaciones aleatorias resuelven el problema de la formación del ojo, sin una inteligencia que haya programado ese proceso. Por que si el ojo nace de la evolución de las células táctiles, eso es un proceso que supone un trillón (y probablemente me quedo corto) de mutaciones.

En cada una de ellas hay varias posibilidades, y solamente una es camino para el ojo y las otras cerrarían ese camino. Que la evolución escoja siempre ese camino me indica (al menos a mí, y por eso escribo esta carta, para que se me ilustre) una inteligencia que ha puesto allí unas potencialidades muy calculadas. Algo así como ahora se programa la fuerza y velocidad, etc. que ha de tener un satélite artificial para que entre en órbita. Y tanto más cuanto en esa cifra astronómica de cambios, la inmensísima mayoría de ellos son en sí totalmente inútiles: ya no sirven para el tacto y tampoco todavía para la visión. Sólo sirven como camino a algo totalmente diverso de ellos. Agradecería, y sé cierto que no soy yo sólo, una respuesta.

En el nº 2.711 de Vida Nueva.

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