(+ Fernando Sebastián– Arzobispo emérito)
“La ideología separa, divide, enfrenta, agudiza los conflictos, ciega a los dirigentes y destruye la sociedad. El único remedio es el realismo, la humildad y la fortaleza de la verdad, la obediencia a la realidad, la verdadera libertad de pensamiento y de acción”
Tengo la impresión de que nuestra vida nacional está dominada por las ideologías. Es una gran desgracia. La ideología es un conjunto de ideas que se encadenan unas a otras y forman todo un sistema de interpretación de la realidad. Lo característico de la ideología es su rigidez, su fuerza impositiva. Quien la acepta queda sometido a la rigidez de su lógica.
De esta manera, la ideología sustituye a la realidad, la oculta. Quien está dominado por una ideología se somete a su dictamen ante cualquier hecho, cualquier circunstancia. No es preciso indagar, no hace falta pensar. Todo está previsto, valorado, resuelto en el marco de la ideología. La ideología se interpone entre el sujeto y la realidad. El sujeto pierde el contacto con la realidad. La ideología la sustituye.
Cuando las ideologías se imponen en política los gobernantes no actúan ya en relación con la realidad, sino a partir de los dictámenes de la ideología. La opinión pública, el bien común, los sufrimientos de la gente, los derechos de las personas, no son determinantes. Lo determinante es la lógica de la propia ideología. Si se es de izquierdas o de derechas hay que seguir siéndolo hasta el final. No hay marcha atrás.
La ideología separa, divide, enfrenta, agudiza los conflictos, ciega a los dirigentes y destruye la sociedad. El único remedio es el realismo, la humildad y la fortaleza de la verdad, la obediencia a la realidad, la verdadera libertad de pensamiento y de acción. Pienso que nos ha llegado la hora de pedir a Dios la humildad y el valor de vivir en la verdad y de buscar por encima de todo el bien común. Sin eufemismos ni divagaciones. Con libertad y valentía.
En el nº 2.725 de Vida Nueva.