Periodistas católicos, ¿simples apologetas?

(Vida Nueva) ¿Cuáles son las características que han de distinguir a un periodista católico? ¿Simples apologetas o al servicio de la verdad en libertad? El responsable de Información religiosa de La Vanguardia, Oriol Domingo, y el secretario técnico de la Comisión Episcopal de Medios de Comunicación Social, José María Gil Tamayo, ofrecen su visión sobre este tema coincidiendo con la celebración, el 24 de enero de la festividad de san Francisco de Sales.

¿Periodista o católico? Un falso dilema

(Oriol Domingo– Responsable de información religiosa de ‘La Vanguardia’) ¿Antes periodista que católico, o viceversa? ¿Antes periodista que agnóstico, o viceversa? Y así, sin fin. El cristiano recuerda aquel dilema planteado a Jesús que le forzaba a optar por el César o por Dios. La respuesta ha de ser la que fue. Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios. Dad al periodismo lo que es del periodismo, y al catolicismo lo que es del catolicismo. El periodista católico ha de ser un buen periodista y un buen cristiano.

El periodista, creyente o agnóstico, ha de realizar su actividad informativa y de opinión según los criterios profesionales y éticos razonable y comúnmente aceptados. El buen periodismo exige preparación, sensibilidad, documentación, fuentes, agilidad, rigor, claridad, profundidad, objetividad, matización, imaginación, independencia, libertad, pluralidad, espíritu crítico, pero respeto a las instituciones y a los discrepantes, rechazo del insulto y la descalificación, distinción entre periodismo y publicidad o propaganda, servicio a los derechos humanos y, por qué no, a los valores evangélicos.

El periodista, creyente o agnóstico, no puede liquidar estos criterios profesionales y éticos para, supuestamente, beneficiar sus postulados. Los medios con vinculación católica han de aceptar estas reglas de juego. Si un medio católico vulnera estos criterios periodísticos y, peor aún, si hay sentencias judiciales condenatorias, perjudica a la propia Iglesia.

Puede darse un amplio abanico de situaciones. Un buen católico que sea buen periodista. Un buen católico que sea mal periodista. Un mal católico que sea buen periodista. Un mal católico que sea mal periodista. Un periodista agnóstico que sea buen o mal agnóstico y, a la vez, buen o mal periodista. Un periodista cristiano puede ser un buen o un mal informador religioso. Un periodista agnóstico puede ser un buen o un mal informador religioso. No es necesario que el periodista dedicado a la información religiosa sea creyente. Pero es necesario que sea un buen profesional con sólidos conocimientos y sensibilidad sobre el hecho religioso, y sin prejuicios atávicos. Hay más. Una información sobre asuntos religiosos puede ser hecha sin espíritu cristiano. Y una información sobre asuntos profanos (política, cultura, economía, deportes…) puede ser hecha con espíritu cristiano. 

Otra cuestión es la relacionada con lo específicamente religioso. La Iglesia católica, por ejemplo, tiene el mismo derecho a difundir sus postulados y actividades como cualquier otro grupo social. La Iglesia es compleja y poliédrica. No sólo es la jerarquía. Es una entidad con gran pluralismo interno. Como cualquier otro colectivo, debe difundir su mensaje de manera respetuosa con los otros grupos. Su misión primordial es transmitir el Evangelio, que es buena noticia. La Iglesia tiene derecho a evangelizar -esto es, a proponer el Evangelio-, y a hacerlo con los medios disponibles como los de comunicación social. No se evangeliza, sin embargo, utilizando el poder del César para imponer a Dios, ni poniendo a Dios al servicio del César, esté el César en el gobierno o en la oposición. Tampoco se evangeliza vulnerando los criterios profesionales y éticos del periodismo. 

Último apunte. Periodistas cristianos y agnósticos pueden coincidir en que la información religiosa no interesa a la ciudadanía. Pero también pueden coincidir en que la información religiosa es plenamente válida y de gran interés en el siglo XXI. El sentido religioso, incluso la ausencia o el silencio de Dios, forma parte de la condición humana en sus dimensiones personal y comunitaria o social.

Un análisis de la realidad muestra tres planteamientos de periodismo religioso. Uno, muy generalizado, reduce la información religiosa a sus aspectos negativos y escandalosos, y silencia los positivos, liberadores y solidarios. Otro planteamiento, característico de muchos medios confesionales, reduce la información religiosa a sus aspectos más santos, y silencia los negativos. Ambos planteamientos están en las antípodas, pero coinciden en presentar una caricatura parcial y sectaria de la realidad religiosa. Hay un tercer planteamiento que consiste en informar y opinar sobre los diversos aspectos, positivos y negativos, de los asuntos religiosos. La realidad religiosa es dibujada, entonces, con sus matices, grandeza, debilidades, humanidad y misterio.

Competentes y coherentes

(José María Gil Tamayo– Secretario técnico de la Comisión Episcopal de Medios de Comunicación Social) La celebración el día 24 de enero de la fiesta de san Francisco de Sales, el gran obispo de Ginebra y patrón de los periodistas católicos, constituye una buena ocasión para pensar no sólo en la relación de la Iglesia con los medios de comunicación, lo que está realizando y todavía puede hacer para mejorar, sino también en el perfil de los periodistas católicos, ya que sin ellos no sería posible llevar a cabo una presencia eficaz de la Iglesia en este inmenso mundo que califica a la sociedad de nuestro tiempo.

A lo largo de los más de cuarenta años trascurridos desde el Concilio Vaticano II, se ha generado un valioso y extenso magisterio eclesial sobre el tema, pero a la hora de las concreciones, los logros y los estilos son, además de ricos y variados, también complejos y hasta problemáticos. Pero con todo, siempre hay cuestiones que se plantean una y otra vez: ¿debe la Iglesia y sus instituciones tener medios de comunicación propios o más bien ha de limitarse a que haya periodistas católicos en los medios civiles o laicos?; y en el caso de esto último, ¿cómo han de ser estos comunicadores? Y por lo que se refiere a los medios propios, ¿éstos han de ser de temática religiosa o generalista? A mi parecer, pienso que hay que huir de planteamientos adversativos o excluyentes y apostar, más bien, por una y otra opción, pero siempre con lealtad para con la naturaleza de la profesión periodística y de cada medio y con cristiana coherencia institucional y personal. 

Vocación profesional y cristiana

No obstante esto, en la época actual, tan secularizada y plural, y en la que operan instancias que pretenden que las convicciones religiosas queden desactivadas de toda operatividad social y cultural, es necesario en las filas eclesiales la existencia de periodistas o comunicadores católicos que integren vitalmente y de forma sencilla y explícita -sin esquizofrenias ni postizos- su vocación cristiana con la profesional de comunicadores. De su perfil ha de formar parte también, además del mencionado sentido vocacional, su formación esmerada y continua, su apertura a la verdad y a la realidad, así como su capacidad reflexiva y su compromiso por la dignidad de la persona y el bien común, elementos que, por otra parte, constituyen la verdadera razón de ser de la comunicación social y que la cosmovisión cristiana refuerza y enriquece. No se trata, por tanto, cuando se habla de periodistas católicos, de hacer de ellos exclusivamente informadores religiosos -tan necesarios por otro lado- ni tampoco apologetas, sino comunicadores competentes que hacen su trabajo profesional con libertad, sirviendo, con sentido y coherencia cristiana, al derecho a la información.

Dar representación social a la comunidad cristiana

Además de periodistas católicos que trabajen en todos los ámbitos de la comunicación social, ya sea privada y pública, en el mundo de hoy la comunidad católica precisa también de medios propios para restituir a la religión su presencia en el espacio público, gestionado principalmente por las comunicaciones. Con ello, la Iglesia reforzará su significación social, pues los católicos han de seguir manifestando que tienen respuestas actuales para las cuestiones que interesan a los hombres y mujeres de hoy. 

Por esto mismo, un medio católico ha de reflejar que ser creyente es ser también moderno, por lo que en él se puede escribir o hablar de todo lo humano y lo divino, sin dejarse contagiar de la opinión extendida de que la religión es algo marginal incluso en espacios tipográficos y bandas horarias. 

Ésta no es una tarea fácil, no sólo en las propias filas eclesiales, que aún han de “convertirse” y caer más en la cuenta, tanto de la importancia evangelizadora de la comunicación, como de la necesidad de recomponer, en la variedad y dispersión de sus propios medios, la necesaria unidad hacia comunes objetivos, así como restablecer con claridad y transversalidad en algunos de ellos los fines originales por los que fueron creados y se han perdido o están hipotecados. Es también arduo este empeño en un complejo y conflictivo mundo, como es el de los medios, donde concurren intereses económicos, de poder e influencia, extraños a la comunicación, que comprometen la propia supervivencia editorial y laboral. Seguro que san Francisco de Sales nos ayuda a lograrlo. También en la comunicación son posibles los “milagros”.

En el nº 2.645 de Vida Nueva.

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