Una mirada pastoral a la visita del Papa

(+ Agustín Cortés Soriano– Obispo de Sant Feliu de Llobregat) A la vista de la complejidad, del esfuerzo y del despliegue de medios que la visita del Papa ha supuesto, uno se pregunta si realmente el resultado pastoral lo vale. Sería una tentación responder a esta pregunta con criterios empresariales, mediante la comparación entre la inversión y los beneficios: un solo acto de fe o de amor vale todo el esfuerzo del mundo. Pero, ¿sería legítimo preguntarnos acerca de una cierta proporcionalidad?

La respuesta depende fundamentalmente de lo que se esperaba de la visita papal. La visita a Santiago dio pie al Santo Padre para definir su viaje como “peregrinación”: una peregrinación, en primer lugar y en este caso, a la tumba del Apóstol como un peregrino más, pero también una peregrinación a las Iglesias particulares como pastor de la Iglesia universal. El peregrinaje prioriza la calidad de la experiencia personal sobre la cantidad mensurable de personas, de tiempos o de lugares. En este sentido, hemos de dar gracias a Dios por el clima de “encuentro eclesial en el Espíritu”, que suele informar cada viaje papal y que en este caso ha sido bien patente.

Lo que se puede y se debe esperar de este encuentro en sí mismo y en el interior de la Iglesia se ha cumplido con creces: iluminación, reafirmación, celebración de la vida evangélica… Pero su valoración ha de tener presente la situación eclesial y social en que se ha producido, para calibrar debidamente sus “efectos secundarios”. Así, el encuentro con el Papa ha dado la oportunidad a la Iglesia silente (o silenciada) de expresarse, más allá de la voz de sus pastores. Y lo ha hecho en un tono claramente positivo, reflejando así el estilo claro, humilde y afirmativo de las palabras del propio Pontífice.

Muchos políticos han demostrado que, salvado el pluralismo y los principios básicos de laicidad y aconfesionalidad, el buen sentido democrático y la inteligencia política piden atenerse a los hechos. Y en ambas visitas se ha evidenciado que es un hecho, histórico y presente, la relevante significación de la fe cristiana y de la Iglesia en España. Por su parte, la Iglesia se ha mostrado fiel a su doctrina de legítima laicidad.

En definitiva, el Santo Padre, una vez más, nos ha confirmado en la fe, proclamando la que lleva en el corazón: el absoluto de Jesucristo, Verdad que funda la libertad, Bondad que motiva toda ética y Belleza que sacia todo anhelo de felicidad.

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