‘Las Edades’, después de Soria

Joaquín L. Ortega(Joaquín L. Ortega– Sacerdote y escritor)

“Las Edades en estos años han cosechado grandes éxitos pero han vivido también desgastes y tropiezos. Sería cuerdo que ahora, agotado el primer proyecto, la Fundación, es decir, los once obispos concernidos, se sentaran a repensar la esencia y los futuros rumbos de Las Edades. Sin prisas y con realismo”

En la primavera de 1988 arrancó en Valladolid el proyecto catequético-cultural Las Edades del Hombre, que desde entonces ha recorrido las once diócesis de Castilla y León, con dos excursiones al extranjero: Amberes y Nueva York. La posada final está ocurriendo junto a “la curva de ballesta que traza el Duero en torno a Soria”, que dijera Antonio Machado.

¿Ha producido la Iglesia española en las últimas décadas un acontecimiento más serio y más brillante que Las Edades del Hombre? El singular éxito de público y de crítica que ha escoltado sus andanzas es la mejor respuesta. Soria, espacio interior está siendo ya la culminación de esta larga itinerancia del patrimonio sacro castellano-leonés. En la exposición brillan, además de la belleza de las imágenes, la autenticidad de las esencias sorianas: la modestia, la nitidez y la interioridad. Hay quien sostiene -y yo me encuentro entre ellos- que la de Soria está siendo la última exposición, la decimoquinta, y terminará quedando la primera. Un guión inspirado e impecable, una escenificación atrayente de costumbres, paisajes y sentires, apoyada en textos evangélicos y de poetas sorianos, han configurado un inefable espacio interior.

Las Edades en estos años han cosechado grandes éxitos pero han vivido también desgastes y tropiezos. Sería cuerdo que ahora, agotado el primer proyecto, la Fundación, es decir, los once obispos concernidos, se sentaran a repensar la esencia y los futuros rumbos de Las Edades. Sin prisas y con realismo. La herencia creada por Las Edades del Hombre reclama el esfuerzo que sea preciso para garantizar su genuina identidad eclesial al servicio de la fe cristiana y de su patrimonio artístico.

En el nº 2.669 de Vida Nueva.

Compartir