Vejez

Comida en la peña periodística de la que formo parte. En Casa Lucio, uno de los restaurantes más castizos de Madrid. A mitad del almuerzo, Pepe Hidalgo se une al grupo de redactores. Es el fundador y presidente de la compañía aérea Air Europa. 76 años. Cercano a la quinta del Papa. Ya saben, ha llegado a los 80.

Hidalgo nos cuenta que hace poco ha hecho el traspaso de poderes a uno de sus hijos. “Pero no del todo. Si me dejo llevar por el aburrimiento, seguro que me muero”, sentencia cuando se cumplen tres décadas de la creación de su empresa. Después de conseguirlo todo, quiere seguir al pie del cañón. “Mi preocupación sigue siendo la misma: que el 28 de cada mes mis trabajadores cobren puntualmente y puedan ser felices”. Acaban los postres y me dispongo a salir del restaurante. Veo a Lucio, el hostelero famoso más allá de nuestras fronteras, por cocinar los huevos con patatas fritas como nadie. 83 años. Está a la puerta del local para despedir a los clientes. No hay día que no esté con su batín bromeando con unos y con otros. Salgo a la calle. Encuentro inesperado con Soledad Lorenzo. Una de las galeristas más relevantes, de las que tienen olfato para descubrir lo que es verdadera vanguardia en el arte. 79 años. “Gracias por dar vitalidad a un Madrid que sin ti sería más aburrido”, le piropea uno de mis amigos. Ella hace gala de su solida formación y cita a Rafael Alberti mientras reflexiona sobre la última exposición de Picasso en Barcelona. No sé si la actividad rejuvenece. Lo que sí sé es que vivir con pasión, la vocación de cada uno, sea entre fogones, cuadros, aviones o curiales varios, no condena a la vejez. Dignifica.

José Beltrán

Director de Vida Nueva España

Compartir