Mi apuesta por ‘Vida Nueva’

Joaquín L. Ortega(Joaquín L. Ortega– Sacerdote y periodista)

“Si vuelvo ahora la mirada hacia el futuro me gustaría encontrarme con una Vida Nueva en la tesitura que antaño la hizo original y fecunda”

La celebración de cualquier cincuentenario -sea de trabajo, de matrimonio o de ministerio- siempre se me ha antojado como subirse a la propia terraza para contemplar, alternativamente, el pasado y el futuro.

Si yo miro al pasado de Vida Nueva, desde su nacimiento en 1958, me encuentro con una revista plural, comprometida y animosa. Vida Nueva fue un cesto fabricado con mimbres muy diversos pero coincidentes en ideas comunes de servicio a la Iglesia y a la Sociedad. Cuando me integré en el equipo de redacción, bajo la batuta de Martín Descalzo, me sentí embarcado en una navegación procelosa pero que valía la pena vivir. Eran los años del 70 al 75, de la máxima tensión en el ya viejo conflicto Iglesia-Estado. Mientras que la Iglesia reverdecía tras el Vaticano II, el franquismo se agotaba camino de la ineludible Transición. Concilio y Transición fueron para VN las grandes batallas de entonces. Ella cumplió en todo con su deber, siendo revista “de Iglesia”, aunque no fuera “de la Iglesia”. No era la revista ni una ideología ni un grupo de presión, como se ha querido demostrar. Era un ejercicio arduo y diario de sintonía con el espíritu del Concilio y al servicio de los derechos humanos y de la reconciliación entre los españoles.

Si vuelvo ahora la mirada hacia el futuro me gustaría encontrarme con una Vida Nueva en la tesitura que antaño la hizo original y fecunda. Me contentaría con que fuese ahora, dentro de la Iglesia y contando con las exigencias del tiempo nuevo, una voz fresca y serena, una palabra libre, leal y comprometida. Así de simple sería mi apuesta.

En el  nº 2.652 de Vida Nueva (especial 50º aniversario).

Compartir