‘Dei Verbum’: la Palabra, corazón de la Iglesia

mujer leyendo la Biblia en la Iglesia

La recepción del documento conciliar, 50 años después

mujer leyendo la Biblia en la Iglesia

MARTA GARCÍA FERNÁNDEZ, profesora de Sagrada Escritura en la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia Comillas | La constitución dogmática Dei Verbum es una de las cuatro constituciones que promulgó el Concilio Vaticano II. Además del tema que ocupa a cada una de ellas –el mundo y el ser humano (Gaudium et Spes), la Iglesia (Lumen Gentium), la liturgia (Sacrosanctum Concilium) y la revelación (Dei Verbum)–, ¿qué es lo que distingue a la Dei Verbum del resto? O, dicho de otro modo, si se tuviera que indicar el aspecto más peculiar de este documento conciliar, ¿cuál señalaríamos? Sin duda, su proceso de redacción y el cambio de paradigma teológico que supuso. Vayamos por partes.

Un largo y complejo proceso de elaboración

Bastaría poner por orden cronológico la promulgación de los distintos documentos del Vaticano II para ver que la Dei Verbum es de los últimos que se aprueban; 20 días antes de la clausura del Concilio. Teniendo en cuenta que los trabajos comienzan a mediados de 1959 y que la constitución se promulga el 18 de noviembre de 1965, su período de gestación es básicamente de seis años.

“Se trata de un largo itinerario, lleno de incidencias, identificado estrechamente en su extensión con el del Concilio”. Es más, Gregorio Ruiz se atreve a afirmar: “Los cuatro esquemas por los que pasó el texto coinciden exactamente con los cuatro períodos del Concilio”.

En este sentido, se podría decir que la Dei Verbum está fuertemente identificada con el itinerario conciliar y es reflejo del mismo. El proceso de redacción de dicha constitución es un fiel y sobrecogedor espejo del espíritu de libertad y de profundo discernimiento eclesial imperante en el Concilio. Un ejercicio no por ello menos fatigoso, como son todos los cambios de mentalidad, que se fue cociendo a “fuego lento” y no sin tensiones ni sufrimientos.

Para hacernos una idea del cambio y la repercusión que este documento ha tenido, es necesario dibujar a grandes trazos el panorama teológico que caldeaba el ambiente eclesial de los 60.

  • 1. El siglo de la Biblia.
  • 2. Dos encíclicas bíblicas hasta la promulgación de la Dei Verbum.
  • 3. El gran caballo de batalla: la teoría de “las dos fuentes de la revelación”.

(…)

Recepción de la ‘Dei Verbum’ en la vida de la Iglesia

Cincuenta años después de la promulgación de la Dei Verbum se podría decir que la Palabra de Dios no solo es el “alma de la teología”, sino que se ha convertido en uno de los bastiones en los que se arraiga la reflexión y la vida espiritual de las comunidades cristianas. Si hubo un tiempo, no muy lejano, en que no se recomendaba la lectura de la Biblia a los católicos, en la actualidad es todo lo contrario.

Aunque como constataba la Verbum Domini todavía hay muchas lagunas en referencia a la Biblia, lejos de desanimar a los creyentes, la paulatina aproximación a la Escritura ha hecho crecer la conciencia sobre la necesidad de una buena formación bíblica.

La sensibilidad por la Palabra se traduce en una creciente demanda de formación por parte de los creyentes y de una oferta por parte de las parroquias y de las instituciones de cursos y actividades relacionados con la Escritura.

Además, la nueva oleada de filmes y novelas históricas que traen al papel y a la pantalla la cuestión de la literatura apócrifa, si bien tiene consecuencias negativas, tiene también muchos aspectos positivos. Ya que ha hecho resurgir el interés por cuestiones relacionadas con la Escritura y, para el cristiano de a pie, ha supuesto un llamamiento a formarse y profundizar sobre la Biblia a fin de poder dialogar con la cultura que lo circunda y le interpela.

Las orientaciones pastorales de la Dei Verbum han ido permeando poco a poco la vida de la Iglesia y, aunque siempre queda camino por recorrer, si miramos atrás, vemos que en este sentido como Iglesia hemos ido avanzando. La reflexión seria sobre la Escritura ha dado profundidad y hondura a la vida espiritual de los creyentes y a las celebraciones litúrgicas.

Así pues, aunque no siempre se haga, la tendencia es que las homilías se centren en la Palabra escuchada. Hoy en día existen muchos recursos, desde el formato papel hasta los digitales, para profundizar en las lecturas dominicales. Asimismo, en las catequesis y en la vida de los grupos cristianos, la Palabra es leída.

La producción de materiales bíblicos de todo tipo es la mejor prueba de cuanto estamos diciendo y de cómo, a lo largo de estos años, se ha ido colocando la Palabra en el centro
de la vida de la Iglesia.

Es cierto que todavía queda mucho camino por recorrer, pero en referencia a este punto el balance es muy positivo.

Pliego publicado en el nº 2.874 de Vida Nueva. Del 7 al 13 de diciembre de 2013

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