Agustín Podestá: “La Iglesia tiene la tarea de lograr un mundo mejor, más equitativo y de justicia social”

El director de la Diplomatura Universitaria Introducción a la Teología y al Pensamiento del Papa Francisco en la Universidad del Salvador (Argentina) aseguró que mucha gente se acerca a la teología para profundizar la fe, en el campo de la formación, “una fe que busca”

Desde abril y hasta noviembre, se realizará en la Universidad del Salvador, la Diplomatura Universitaria Introducción a la Teología y al Pensamiento del Papa Francisco. Este trayecto formativo que se realizará mediante clases virtuales de forma sincrónica y asincrónica, está dirigido y coordinado por Agustín Podestá.



Agustín Podestá nació en la ciudad autónoma de Buenos Aires. Es laico, casado y tiene dos hijos. Magister en Teología con especialización en Historia de la Iglesia por la Universidad Católica Argentina y Diplomado Superior en Ecología Integral, por la Red de Universidades para el Cuidado de la Casa Común. Docente e investigador en la Universidad del Salvador, donde es titular de la Cátedra Extracurricular Itinerante Laudato Si’, y de diversas cátedras y seminarios teológicos en grado y posgrado. También es director de la Diplomatura Superior en Historia de las Religiones y Espiritualidades, en la Universidad de San Isidro y profesor de Historia de la Iglesia Moderna en el Instituto Padre Elizalde. Es miembro de la Sociedad Argentina de Teología.

En diálogo con Vida Nueva, Agustín consideró que “es fundamental poner al descubierto discursos, prácticas y ritos que durante mucho tiempo sirvieron para ocultar esa presencia especial de Dios en los excluidos”.

PREGUNTA.- ¿Qué es la Iglesia Católica hoy para Ud.? ¿Cuándo comenzó su interés personal por el estudio sistematizado del Magisterio del papa Francisco? ¿Por qué?

RESPUESTA.- La Iglesia es el Pueblo de Dios que peregrina en esta vida transformándola en todo lo que está a su alcance para colaborar con el Reino de Dios. El mensaje principal de Jesús, por el que dio la vida y fue condenado, es la presencia del Reino entre nosotros, una alianza “eterna y definitiva”.

Creo firmemente que la Iglesia Católica, asumiéndose dentro de esa Iglesia que Jesús legó y soñó, y desde su riqueza esencialmente plural y diversa −católica− tiene esa tarea de trabajar siempre por modificar todas las estructuras en orden a lograr un mundo mejor, más equitativo y de justicia social, a imagen de la comunicación y la parusía entre la Trinidad, la Creación y los seres humanos.

Respecto del papa Francisco, por un lado, fue la sorpresa de su nombramiento. Recuerdo no sólo el momento en el que fue elegido, sino, sobre todo, la noche de vigila a su asunción, cuando hablando con los jóvenes que estábamos en la Plaza de Mayo y en sus primeros discursos, propuso un sueño: “una Iglesia pobre para los pobres”. La sorpresa y la esperanza tienen mucho que decirse mutuamente, creo que esa sorpresa se transformó, al menos en mí, en esperanza, y eso me hizo entusiasmarme con su Magisterio.

Desde luego que todo aquello se fue concretizando a lo largo de los años. Hay un arco entre Evangelii Gaudium y la sinodalidad, pasando por Laudato Si’ y Fratelli Tutti, por citar algunos temas y documentos centrales, que me maravillaron y me hicieron decidirme por seguir de cerca sus planteos para la Iglesia de hoy, en sintonía con lo que decía anteriormente sobre la tarea de la Iglesia hoy.

La teología de Francisco

P.- Ud. es el responsable de la Diplomatura Universitaria ‘Introducción a la Teología y al Pensamiento del Papa Francisco’ dentro de un recorrido que la Universidad del Salvador viene trabajando. El magisterio de Francisco, ¿abre novedades para la teología? O ¿cuáles son las novedades que se abren a partir del papado de Francisco?

R.- Jorge Bergoglio, como jesuita y luego como arzobispo de Buenos Aires, tuvo a su cargo durante mucho tiempo el acompañamiento de la Universidad del Salvador. De hecho, él fue uno de los mayores promotores de que la Universidad bajo la conducción de los jesuitas pase a ser una asociación civil de laicos para que continúen la obra con la inspiración ignaciana.

En el proceso escribió tres Cartas donde brindó principios para esa continuidad, a raíz de ello hemos publicado un libro breve que recomiendo ampliamente.[1] También recomiendo que cursen la Diplomatura. Los esperamos allí.

Respecto de la teología y el camino que abre Francisco, creo que más que novedades, él le ha dado orientaciones que ya estaban presentes desde el pre Concilio Vaticano II, pero hace falta recordarlas cada tanto.

Ya en 2015 le había dicho a la Facultad de Teología de la UCA que los teólogos, como los buenos pastores, deben oler a pueblo y a calle. En Argentina esas palabras, además, nos remiten a Mons. Angelelli (“un oído en el pueblo, y otro en el evangelio”).

Se trata de evitar una “teología de escritorio” para pasar a una teología que salga al encuentro, como Jesús a los caminos, a los discípulos de Emaús, etc., una teología que “primeree”. De nada sirve llenar bibliotecas para regodearse en el mero conocimiento. Como pide Francisco para toda la labor de la Iglesia, también la teología tiene que convertirse desde la misión y la sinodalidad.

Volver a Jesús

P.- ¿Podría darnos algunas pautas sobre de qué manera concreta el papado de Francisco nos está haciendo volver a Jesús, a la iglesia primitiva, a los orígenes de la Iglesia?

R.- En Evangelii Gaudium (texto que recomiendo leer o, más aún, releer), a pocos meses de haber asumido como obispo de Roma, Francisco presentó su programa de pontificado. Allí insiste en volver a una evangelización kerygmática.

Brevemente, el kerygma es el anuncio primero, primerísimo, fundamental de la fe: que Jesús de Nazareth murió y resucitó para la salvación de todos. Es tan fundamental que muchas veces los mismos cristianos muy creyentes solemos olvidarlo, por eso es de “fundamentos” y tenemos que volver siempre a Él. En este sentido, Francisco nos invita a una conversión que nos vuelva a lo originario de la fe, a aquello que nos enamoró primero, como dice Benedicto XVI en Deus Caritas Est.

A veces corremos el riesgo de poner pesadas cargas sobre las personas, especialmente los que están más alejados o doloridos y quieren volver a encontrarse con Jesús. De allí que acoge la imagen de Iglesia como “hospital de campaña” que primero sana las heridas para luego ir construyendo juntos, evitando ser “aduana” o “controlador” (¡o juez!) de los demás.

Francisco nos pone en sintonía con el anuncio de los primeros apóstoles y la comunidad primitiva: tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo para salvarnos, por puro amor misericordioso y gratuito.

P.- Y, en este volver a Jesús, volver a optar por los que optó Jesús, que son los últimos, ¿cómo cree Ud. que las personas van descubriendo esos signos?

R.- Desde el Concilio Vaticano II se está trabajando con fuerza en la teología de los “signos de los tiempos”. Se trata de experimentar, vivenciar, contemplar y reflexionar la presencia del Espíritu Santo en la historia. ¡Qué triste es escuchar a muchos católicos cuando dicen que sólo se encuentran con Dios en un lugar o sacramento! Jesús mismo dijo claramente dónde encontrarlo (Mt 25).

Recordemos que, además de ser comunitaria −si decimos Padre “nuestro”, deberíamos actuar en consecuencia−, nuestra fe tiene también una opción preferencial por y con los pobres. Jesús opta preferencialmente y construye con y desde los más excluidos, enfermos, pobres, marginales, el Reino de Dios.

Es fundamental poner al descubierto discursos, prácticas y ritos que durante mucho tiempo sirvieron para ocultar esa presencia especial de Dios en ellos. De forma contraria, nuestra fe corre el riesgo de ideologizarse y quedar relegada a un ámbito demasiado aislado, etéreo y carente de amor. En “esto” reconocerán que son mis discípulos, en el amor que se tengan unos a otros, es decir, en el amor que se manifiestan y patentizan, no es un discurso o manifestación individual.

P.- Dada su exposición en redes y su manera de tratar los temas de una forma descontracturada, ¿cómo siente que llega a las diferentes franjas etarias dentro de la Iglesia? ¿Quiénes los siguen? ¿Qué le comentan?

R.- La evangelización en las redes sociales no debe entenderse como si fuera la parroquia, o el movimiento, o el grupo, pero online. Las lógicas y costumbres de las personas que habitan las redes sociales no son las mismas que se usan en la vida “física”. La mayoría son personas que quizás ni pisan una parroquia, o no van a misa ni “practican” la fe, sin embargo, son personas que buscan a Dios desde lo más profundo del corazón, como la gente que no entendía o no seguía a Jesús de cerca, pero se acercaba cada tanto para escucharlo, para entrar en contacto con Dios.

En mi caso particular, por dedicarme a la teología, suele pasarme que muchos se acercan con inquietudes de profundización en la fe, en el campo de la formación, de una fe que busca, por medio de la razón, comprender aquello que creemos. Pero también se acercan muchas personas no creyentes, pero con intereses académicos o de conocimiento. Es una buena oportunidad para mostrarles que la fe tiene sentido, razón y valor. Recordemos con Juan Pablo II que la fe y la razón son como dos alas que nos orientan al conocimiento de la Verdad (“Fides et Ratio” nº 1).

Lo que más se repite, al menos en mis espacios digitales, es el agradecimiento por acercar una mirada profunda, pero accesible de las lecturas de los domingos, las verdades de fe, los dogmas, la teología. Como decíamos, a veces la teología o la formación religiosa pueden convertirse en cosas etéreas, abstractas, o, inclusive, vacías. Desde mis redes trato de mostrar cómo es posible “dar razones de nuestra fe” desde un lado más cotidiano, simple.

Caminar juntos

P.- Desde su mirada a la complejidad de hoy, ¿nos deja un mensaje desde una cita bíblica?

R.- Siempre me llamó la atención el pasaje de los discípulos de Emaús. Es un texto bíblico cargado de curiosidades. El versículo que más me moviliza es Lc 24, 32: “Y se decían: «¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?».”

Me parece que eso de “no ardía acaso nuestro corazón” es casi un “desliz” del autor del texto, como que se salió de lo planificado y dejó que hable su corazón desde la experiencia de fe. No habla un programa o un sistema planificado, sino la espiritualidad puesta en el seguimiento de Jesús. Quien escribió ese texto sabía muy bien lo que era que el corazón “le ardiera” escuchando a Jesús.

Y conecto esto con lo que decíamos de Francisco y el kerygma: ¡cuántas veces los mismos “católicos practicantes” nos alejamos de esa verdad fundamental y nuestro corazón, sin querer queriendo, va dejando de arder!

Para colaborar con la construcción del Reino de Dios, recordemos siempre, como lo hicieron los discípulos de Emaús aún en la desesperanza, que caminamos juntos –sínodo– y que Jesús, aunque no reconozcamos su presencia, nos “primerea”, camina con nosotros, nos explica las Escrituras –Palabra de Dios– y parte para nosotros el Pan en la Eucaristía.

Redes Sociales de Agustín Podestá: En Instagram y en Facebook

[1] https://vrf.usal.edu.ar/archivos/vrf/imagenes/historia_y_cambio_.pdf

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