Luis Marín de San Martín: “El localismo, la polarización y la mundanización frenan la comunión”

Luis Marín de San Martín, subsecretario del Sínodo, en la apertura de la Semana Nacional de Vida Consagrada

“El tiempo sinodal es un Kairós, pero no hay varitas mágicas que traen el cambio en nuestro instituto o en nosotros. Dios no actúa en nosotros sin nosotros”. Así ha definido este proceso eclesial Luis Marín de San Martín, OSA, subsecretario del Sínodo, en la ponencia de apertura de la 53ª Semana Nacional para la Vida Consagrada -impulsada por el Instituto Teológico de Vida Religiosa (ITVR) de los misioneros claretianos-, que este año se celebra en el Espacio Maldonado de Madrid en modalidad tanto presencial como online bajo el lema ‘Comunión y fraternidad: dos tareas siempre pendientes’.



‘Ecclesia Semper reformanda’

Durante su alocución, el prelado aludió a tres claves: reforma, novedad y Concilio Vaticano II. En primer lugar, ha insistido en el ‘Ecclesia Semper reformanda’: “Renovación es reformar. La verdadera reforma solo es válida si lo hace desde Cristo. Reformamos en la medida que actualizamos nuestra identificación con Cristo”.

“La reforma no se orienta a la mundanización, sino al desprendimiento; no al confort, sino al testimonio evangelizador”, ha insistido, para luego agregar: “Necesitamos que los consagrados estén en la vanguardia de la Iglesia, en primera línea, optando por vivir la radicalidad evangélica generadora de entusiasmo. Esto solo es posible desde Cristo resucitado”.

Asimismo, ha puntualizado también que “la renovación no es viable como restauración; no se puede volver al pasado, es imposible; si me empeño, lo único que viviré será frustración y melancolía; aprendemos del pasado, pero miramos hacia el futuro”.

Tiempo de novedad

En segundo lugar, ha hablado de un tiempo de novedad: “La reforma se enraíza en la vida. No es algo teórico, hay que vivirla en este tiempo”. Por eso, “de nosotros cabe esperar humildad, coherencia, disponibilidad, confianza, responsabilidad e implicación para ser cauce de la gracia de Dios”, dijo a los consagrados.

En este sentido, el arzobispo agustino no ha negado que “vivimos un momento de crisis, un punto de ruptura, y por tanto, es una llamada a la responsabilidad. Llaman a la puerta y nosotros tenemos que abrir”, ya que “no responsabilizarse, ser muro y no cauce, puede bloquear la gracia de Dios”. Y ha añadido: “La vida consagrada está en el corazón mismo de la Iglesia, por tanto, la sinodalidad está en nosotros”.

En conexión con el Vaticano II

En tercer lugar, Marín ha insistido en que la sinodalidad está “en conexión con el Concilio Vaticano II, puesto que es un desarrollo de la constitución dogmática ‘Lumen gentium’”. En este sentido, ha invitado a releerla, porque “expone los principios doctrinales de la renovación que deseamos”.

Pero “todo proceso de renovación no rebaja nuestro horizonte. El criterio es la fidelidad, que gira sobre dos ejes: volver a las fuentes, al carisma originario que se concreta en el seguimiento de Cristo según lo propone el Evangelio, y conocer las necesidades de la Iglesia hoy. Las necesidades de los tiempos. Saber escuchar el grito del mundo. Porque si no vivimos fuera de época, dando respuesta a un mundo que no existe”. “Hace falta escucha. Esto es sínodo”, ha remarcado.

Los retos sinodales de la Vida Consagrada

Sobre los retos para la vida consagrada en la línea del desarrollo sinodal, Marín señaló tres. (1) La experiencia con Cristo: “No hay sinodalidad sin Cristo. La vida consagrada se entiende desde la identificación con Cristo iniciada en el bautismo. En él, los pecados son perdonados y la muerte vencida, y nos hace Hijos de Dios. La exigencia es de máximos. Dejarlo todo y seguirle”. (2) La comunión eclesial, porque “la referencia es la trinidad. Sinodal es reproducir el amor de Dios, como lo hace la comunión trinitaria. Y hay que superar tres obstáculos: el localismo, la polarización y la mundanización”. (3) La misión compartida, que “es un llamamiento a la interconexión”.

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