Escuelas Católicas: se buscan colegios para cambiar el mundo

En el lenguaje políticamente correcto de las administraciones públicas, Cartuja es un ‘distrito con necesidades de transformación social’. En cristiano, es el barrio más castigado de Granada, con una tasa de desempleo que sufre más de la mitad de sus habitantes, trabajos pagados en negro, constantes cortes de luz, zarpazos de delincuencia, consumo de marihuana… Y en medio, un colegio escolapio. “No somos una isla, queremos ser una plaza, un nuevo ágora, un punto de encuentro permanentemente abierto que transforme la vida de los niños y jóvenes, pero también de sus familias y del vecindario”.



Así justifica Ion Aranguren el porqué de su presencia en un enclave que poco tiene que ver con el imaginario elitista que se ofrece desde algunos escaños sobre los centros educativos de la Iglesia y sí con ese Trastévere que dio un vuelco a la vocación de José de Calasanz cuando irrumpió en Roma. “En un aula, en el patio o en la capilla, se generan acontecimientos importantes cada día, solo hay que saberlos descubrir y propiciar. Acompañamos con los medios que tenemos poniéndonos al servicio de todos y estableciendo alianzas con el entorno, en un espacio que permite aprender, avanzar y preguntarse, generando vínculos de confianza y construyendo un tejido transformador. Es nuestra identidad cristiana”, plantea este joven sacerdote de la Provincia Emaús, que coordina la presencia de la familia calasancia en esta ciudad andaluza y trabaja en los colegios Escolapios Genil y Escolapios Cartuja, donde al equipo docente se unen más de 120 voluntarios que apoyan este proyecto social.

Quizá por eso, Ion fue uno de los participantes más aplaudidos del XVI Congreso de Escuelas Católicas, que se celebró entre el 24 y el 26 de noviembre precisamente en Granada y que reunió de forma presencial a más de 2.000 directores, profesores y titulares de centros, más otros tantos que siguieron el acontecimiento en streaming. No en vano, esta plataforma eclesial aglutina, hoy por hoy, a 1.959 centros educativos donde se educan 1.206.294 alumnos y hay 104.965 trabajadores, de los que 85.592 son docentes. Así, Escuelas Católicas representa al 15% del total del sistema educativo español y aglutina al 57% de la enseñanza privada concertada.

Bajo el lema Inspiradores de encuentros, hasta 28 personalidades del ámbito del pensamiento y la pedagogía, como el redentorista e influencer Damián María Montes, el cantante David DeMaría y el chef Pepe Rodríguez, tomaron la palabra para bucear en dos de las líneas magistrales del pontificado de Francisco: la cultura del encuentro y el Pacto Educativo Global. “El diálogo no necesita de pregoneros y juglares que lo canten como emblema”. Es el recado que parecía mandar a los políticos, con Moncloa como destinatario preferente, el secretario general de Escuelas Católicas en la apertura del congreso.

Ausencia de gobernantes

Para el trinitario Pedro Huerta, urge un pacto educativo, y reclamó a las administraciones públicas un “diálogo real y constructivo, que nos implique a todos en la escucha mutua y la participación para la mejora de nuestro sistema educativo”. Lamentablemente, en Granada no le escuchaba ningún alto cargo del Gobierno de coalición. Tanto la ministra Pilar Alegría como el secretario de Estado José Manuel Bar, perdieron la oportunidad de calmar los ánimos de unos educadores que han debido arrancar el curso aplicando una nueva ley sin orientaciones ni recursos.

En su lugar, tomó la palabra Purificación Llaquet, subdirectora general de Cooperación Territorial e Innovación Educativa del Ministerio de Educación. Y es que aún flotaba en el ambiente el desencuentro que se produjo en el congreso de 2019, cuando Isabel Celaá aseveró que “no se puede decir que la elección de centro emane de la libertad de enseñanza”. Llaquet no se atrevió ni a mencionar la Lomloe, en una alocución en la que se limitó a animar a los presentes a recortar la brecha digital y generar una conciencia crítica en su alumnado.

Tampoco fue más allá la presidenta del Consejo Escolar del Estado, Encarna Cuenca, que alentó a la escuela católica a ser promotora de “abrazos” para evitar que los encuentros deriven en “encontronazos”. La docente, que está al frente del máximo órgano consultivo del Gobierno en materia educativa, llamó a crear espacios “participativos y democráticos” en las aulas.

Proyecto común

Sí se hizo presente en la segunda jornada del encuentro la consejera de Desarrollo Educativo y Formación Profesional de Andalucía, Patricia del Pozo, del Partido Popular. “Tenemos que apartar de una vez esa separación ficticia entre educación pública y concertada. Ambas redes contribuyen de manera decisiva y son necesarias en el sistema de educación, porque están llamadas a fortalecer día a día una enseñanza poderosa y rica”, sentenció Del Pozo, convencida de que “ambas son imprescindibles y necesarias. Ningún sistema educativo fuerte puede construirse desde la exclusión, todos estamos llamados a contribuir en él. La educación en Andalucía es un proyecto común, nos implica a todos y en ella no sobra nadie”.

Políticos aparte, Huerta reafirmó que a los colegios cristianos “nos inspira Francisco, que nos invita a creer y crecer en la cultura del encuentro”. “La identidad no se cultiva en la autorreferencialidad”, apuntó, remitiéndose a una de las líneas maestras del pontificado, y llamó a los colegios católicos a “salir de nuestros invernaderos” para emprender “caminos sinodales y de equidad”. Además, durante el acto de apertura –conducido por la periodista María Ángeles Fernández-, se homenajeó al marianista José María Alvira, secretario general de Escuelas Católicas de 2012 a 2020. Frente a la “debilidad asociativa que existe en España y que impide una democracia participativa”, Alvira subrayó la aportación que sí hace esta plataforma manteniéndose “fiel a sus principios”.

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