Monseñor Iniesta, un obispo diez

Alberto Iniesta Jiménez, obispo auxiliar emérito de Madrid, fallecido en enero 2016

El arzobispo Osoro y el exministro José Bono recuerdan al auxiliar emérito

Alberto Iniesta Jiménez, obispo auxiliar emérito de Madrid, fallecido en enero 2016

Don Alberto, en la última visita que realizó a la sede de Vida Nueva (2005)

VARIOS AUTORES | Para unos, fue un profeta; para otros, un místico; para muchos de nosotros, simplemente, don Alberto. En la hora del adiós, una decena de testimonios nos recuerdan al hombre bueno, al creyente fiel, al obispo diez que fue monseñor Iniesta. En este Pliego participan: Carlos Osoro, José Bono, Rosario Marín, Antonio García Rubio, Gabino Díaz Merchán, Luis Aranguren Gonzalo, Victorio Oliver, Ninfa Watt, Juan María Laboa y Antonio Pelayo.

  • 1. Tres recuerdos de Alberto Iniesta obispo; por Carlos Osoro, arzobispo de Madrid

Conocí a Alberto Iniesta cuando ingresé en el Colegio Mayor de El Salvador, donde él había estudiado también. Dio algún retiro a la comunidad de estudiantes. Pero fue en las vacaciones del verano cuando pude tener una comunicación mayor con él.

Al terminar el año de espiritualidad, en el verano, se nos enviaba a hacer algún trabajo pastoral, de encuentro con otros ambientes. A mí me mandaron a una colonia que tenía Cáritas Diocesana de Albacete, en el Cristo del Sahúco. Fui unos días antes de comenzar la colonia y me quedaba en el Seminario de Albacete, donde estaba de formador don Alberto. Allí comenzó mi relación con él. Bien es verdad que todos los que estudiamos en el Colegio Mayor de El Salvador, aunque no hubiésemos coincidido en el mismo durante nuestra formación, nos hemos sentido siempre una gran familia, lo cual facilitaba la relación con cualquiera de los que hubieran estudiado en vocaciones tardías, como se decía en la Universidad Pontificia de Salamanca.

Después coincidí en una tanda de ejercicios espirituales que él daba y, más tarde, ya como obispo. Como tengo costumbre de hacer mi diario, he revisado aquellas páginas y os voy a relatar sencillamente lo que tengo anotado de varios encuentros con don Alberto Iniesta:

Primer encuentro: de seminarista. ¿Cuáles son los recuerdos que tengo de aquellos días de verano pasados con él? En mi diario tengo escritas estas expresiones que recogí de las conversaciones: “Carlos, aprende junto a Jesucristo y en los estudios en la Universidad Pontificia a vivir siempre con la mano tendida y el corazón abierto, que nunca te bloquee nada estas actitudes que son esenciales para un pastor. Nunca vivas con acritud, polémicamente o agresivamente. Vive en el recuerdo de estas palabras de Jesús: ‘Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen’. Son palabras que quieren decirnos que, con Cristo, la historia ha dado un giro copernicano, todo vuelto al revés. No tienes enemigos, tienes hermanos. Así nos lo ha dicho el Señor: ‘Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir el sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos’. Aprende de quien puede enseñártelo a amar, no con palabras sino con el corazón y con la vida”.

  • 2. Matrícula de honor en el examen final; por José Bono, expresidente del Congreso de los Diputados

El pasado día 4 asistí al entierro del obispo Alberto Iniesta en la Sacramental de San Isidro. Tres sorpresas iniciales: dos positivas, las presencias del exministro Martín Villa y del arzobispo Osoro; y otra triste, la ausencia del cardenal Rouco. Si estaba imposibilitado, que perdone la mención.

El templo estaba lleno a rebosar, el aspecto de los asistentes evocaba aquellas asambleas del Pueblo de Dios que en los últimos años de la dictadura celebrábamos en los templos católicos con la complicidad de unos cuantos obispos que abiertamente estaban con su pueblo y en contra de la tiranía.

Aquella Iglesia de la Transición, dirigida por Tarancón, era aliada de la libertad, y de ella era pastor muy cercano a su pueblo el obispo Iniesta. Hoy ya no ocurre así: la mayoría de los obispos españoles ni están ni se les espera en los sectores más progresistas de la sociedad ni en la izquierda española.

Iniesta, un hombre del pueblo, se presentó siempre en humildad y pequeñez ante Dios y las miradas del mundo. Nunca se preocupó de su propia grandeza ni de su gloria. Por eso no me extrañó que su féretro se depositara primero en el suelo del templo y después en un carricoche sencillo con más ruedas de goma que terciopelos de adorno.

San Pablo recuerda con insistencia a los cristianos de Corinto que habrían preferido una evangelización más brillante en sabiduría humana y en milagros: “Bien se puede decir que Dios ha escogido lo débil a los ojos del mundo, para confundir a los poderosos”. Iniesta fue débil y fue bueno, y quizá por eso no pudo acabar su ministerio episcopal con gloria humana ni culminar una carrera eclesiástica de postín.

  • 3. Un corazón abierto y libre; por Rosario Marín, directora de Vida Nueva de 1993 a 2002

  • 4. Profetas necesarios; por Antonio García Rubio, párroco de Nuestra Señora del Pilar (Madrid)

  • 5. Un obispo conciliar; por Gabino Díaz Merchán, arzobispo emérito de Oviedo

  • 6. Con olor a Evangelio y sabor a Dios; por Luis Aranguren Gonzalo, director de Ediciones de PPC

  • 7. El pupitre del discípulo obispo; por Victorio Oliver, obispo emérito de Orihuela-Alicante

  • 8. Tan grande, en un cuerpo tan pequeño; por Ninfa Watt, directora de Vida Nueva de 2002 a 2006

  • 9. Una vida llena de gracia; por Juan María Laboa, sacerdote e historiador

  • 10. Un pastor valiente; por Antonio Pelayo, corresponsal de Vida Nueva en Roma

  • Y una más… Iniesta, la Iglesia en Transición; por José María de Llanos

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En el nº 2.971 de Vida Nueva. Del 9 al 15 de enero de 2015

 

ESPECIAL ALBERTO INIESTA:

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