José Beltrán, director de Vida Nueva
Director de Vida Nueva

Es la revista la que ha ganado altura gracias a él


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José Beltrán, director de Vida NuevaJOSÉ BELTRÁN | Director editorial de Vida Nueva

DOMINGO 3. Plaza de San Pedro. Me lo habían contado, pero me resistía a creer que Roma estuviera tomada hasta tal punto por los militares y la policía. Si a eso se une la psicosis mostrada por los medios italianos ante el terrorismo islamista, hace el resto para que se reduzca la asistencia a las audiencias y los ángelus. Paciencia en la espera, pero se resuelve. Me preocupa más la insistencia del Papa al finalizar el ángelus. Imposta la voz. Y la mirada. “Por favor… Por favor… No dejéis de rezar por mí”.

LUNES 4. Recuerdo la escena como si estuviera allí. Hace algo más de un año. Tenía enfrente a don Alberto. Me acababa de enseñar su pieza más preciada: un fósil. “Rezo con él en mis manos. La grandeza y la eternidad de Dios frente a nuestra pequeñez y la dureza de nuestro corazón”. Filosofía y oración. Y yo, lejos de detenerme en la cátedra que acababa de recibir, saqué la imprudente vena periodística. “¿Qué piensa de esa preocupación de Francisco por buscar pastores con ‘olor a oveja’?”. Estaba sentado en la silla de su habitación, en la residencia sacerdotal de Albacete. Me miró, se sonrió y contestó. “No recuerdo bien a qué huelen las ovejas, pero sí te puedo decir que yo huelo a Vallecas. No sé si con eso vale…”. Sabor a periferia décadas antes de que esta palabra se convirtiera en trending topic eclesial.

Tenía enfrente aquel con quien Tarancón trasladó el Vaticano II a un país que ansiaba libertad, a una sociedad y una Iglesia que precisaban su propio aggiornamento. Solo en una foto de su estantería se podían ver las barbas de antaño, las que lucía en las asambleas cristianas, las que llevaba consigo cuando tenía a uno de sus curas en la cárcel de Carabanchel. La humildad que le llevaba a menospreciar su trabajo.

Incluidos sus artículos en Vida Nueva, con los que cumplió fielmente hasta el último momento. Los mimaba. El poder de la palabra escrita que nunca busca la discordia, solo el encuentro. Y de una humildad que no tenía límites. La que le llevaba a poner a disposición su pluma cada vez que hablábamos por teléfono. No se sentía a la altura de la revista, cuando es la revista la que ha ganado altura gracias a él. Físicamente encorvado, pero firme en lo espiritual y en la razón. Pero, siempre, con el olor a santidad que solo puede dar Vallecas. [PLIEGO: Monseñor Iniesta, un obispo diez]

MARTES 5. “Los Reyes no se pusieron en camino porque vieron la estrella. Vieron la estrella porque se pusieron en camino”. Microhomilía para la cuesta de enero. Apta para el resto de meses.

jose.beltran@ppc-editorial.com

En el nº 2.971 de Vida Nueva