Paulo Fossatti: “El Mundial ha traído corrupción”

Hablamos con el rector de la Unilasalle Canoas sobre el Mundial de Brasil

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ÓSCAR ELIZALDE. FOTO: VNC. | Doctor en Educación, psicólogo y rector de la Unilasalle Canoas, en Río grande do Sul (Brasil), el hermano Paulo Fossatti comparte su mirada sobre el Mundial en el contexto de las protestas sociales.

P: ¿Cómo acogió el pueblo, hace siete años, el anuncio de que el Mundial sería en Brasil?

R: Entonces recibimos la noticia con mucha alegría porque creíamos que el país se prepararía en todas las áreas. Así podría mejorar la calidad de vida de la población, la educación, la salud, los grandes problemas de movilidad urbana, etc. En ese momento, se creía que los gobernantes tendrían una preocupación mayor con las cuestiones sociales y con todo el pueblo. También pensábamos que el Mundial traería un legado económico que generaría nuevas oportunidades para todos. Entonces, Brasil miró con satisfacción y buenos ojos el Mundial.

P: ¿Qué sucedió después, cuál es la raíz del malestar social?

R: La gran problemática emergió cuando la inversión no revertió en beneficio para la población. Ahí está la gran crítica. La preocupación sobre la inversión económica para el Mundial no ha sido la misma con la que se han atendido los proyectos de educación, salud, saneamiento básico y movilidad urbana, entre otros. El gran problema ético que trajo la sobrefacturación de las obras generó un cuestionamiento ineludible: ¿necesitábamos gastar todo esto? Buena parte de la población ha visto el Mundial como un gasto y no como una inversión.

P: ¿Y cuál es su posición?

R: El Mundial, en sí, no es bueno ni malo. Yo no estoy contra el Mundial, sino contra la forma en que se ha utilizado para favorecer a unos cuantos y no al pueblo. El Mundial podría ser un estímulo para los brasileños, para dar a conocer nuestra historia, nuestra cultura, nuestras tradiciones… Yo estoy en contra de lo que los gobernantes hicieron con el Mundial. Tenemos sobrefacturación y existen muchos interrogantes sobre desvíos de recursos, mientras que el pueblo continúa con problemas gravísimos de salud, educación y movilidad. El problema no es, repito, el Mundial, sino su utilización para aumentar la corrupción en el país. Sin corrupción, hubiéramos tenido recursos para el Mundial, para la salud de la población y para una educación de calidad. Probablemente, la organización del Mundial hubiera requerido un tercio de los recursos invertidos, pero no fue así.

Muchos aprovechan el Mundial para mostrar su descontento. Estos grupos muestran que Brasil es más que fútbol, más que un Mundial.

P: ¿Qué se puede aprender de esta experiencia?

R: Hay todo un movimiento en el país que afirma que también queremos una educación “patrón FIFA”. Porque la FIFA tiene un patrón de calidad muy serio que incluye objetivos, indicadores, metas, cronogramas, fiscalización… Este es un asunto que, como rector, podría aprender con la FIFA, desde el punto de vista de la gestión. La calidad que pedimos pasa por la infraestructura, por la investigación, por la dignificación de los docentes. Y lo mismo se podría decir de otras áreas. En Brasil tenemos gente que muere en los corredores de los hospitales, así que también necesitamos salud “patrón FIFA”. Tenemos muchos sin techo; para ellos necesitamos vivienda “patrón FIFA”. Nuestras principales ciudades carecen de servicios de transporte eficaces, de modo que necesitamos movilidad “patrón FIFA”…

P: ¿Qué hacer con las manifestaciones?

R: Las personas y los grupos necesitan ser oídos. Cuando no los oímos, buscan formas de manifestarse y de hacerse escuchar a través de los medios de comunicación, que, en estos casos, tienen puesta su mirada sobre nuestro país. Por eso muchos aprovechan el Mundial para mostrar su descontento. Estos grupos muestran que Brasil es más que fútbol, más que un Mundial. Con ellos es necesario gestar un movimiento dialéctico, porque son una expresión de insatisfacción.

P: Con este panorama, ¿se puede decir que el Mundial deja algún legado?

R: Para quien creía que el pueblo brasileño era pasivo y calmado, las manifestaciones mostraron que no es así. El pueblo tiene algo que decir y sale a las calles para mostrar que es tiempo de despertar ante las grandes cuestiones sociales. Haber despertado ante los problemas sociales de la nación es, tal vez, uno de los mayores legados de este Mundial. Necesitamos despertar y movilizarnos. Y nuestros dirigentes también necesitan despertar para comprometerse verdaderamente con estas causas.

En el nº 2.901 de Vida Nueva

 

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