Tribuna

Ver y sentir

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Siempre participo de Iom Kipur, la mayor festividad de los judíos en donde piden perdón días después de celebrar el año nuevo en la fiesta de Rosh Hashaná.



Además de rezar como lo hicieron Jesús, María, José, Juan Bautista, los apóstoles y todos los protagonistas del Antiguo Testamento, aprendo mucho y me hace bien compartir con hermanos con los que tenemos un mismo Dios y nos anteceden en la fe.

En la última celebración, el presidente de la Comunidad al hacer referencia a lo vivido en el último año, centró su reflexión en el ver y en el sentir.

¿Qué vemos cuando vemos? ¿Lo que aparece o lo que es? Y yo agregaría ¿lo que nos conviene? Fácilmente huimos de la realidad viendo lo que queremos ver, lo maquillado o bien lo que denostamos, disminuyendo o aumentando defectos según convenga.

Abrieron camino

Este señor invitó a ver, por ejemplo, lo que vemos más allá de la educación, de los planes de estudio; invitó a ver el sujeto de la educación, los jóvenes que constituyen presente y futuro, así mismo preguntó qué vemos en el cementerio en donde están los que abrieron camino, los que custodiaron historias y tradiciones. Sería algo así como ver corazones detrás de rostros, películas más que fotos, procesos más que resultados.

Posteriormente se nos invitó a revisar el sentir que provoca el ver. ¿Qué sentimos cuando vemos a los jóvenes, a los ancianos, a nuestros difuntos, a los pobres, los olvidados, los líderes y demás personajes que se nos vengan a la mente? ¿Qué mueve nuestro corazón? ¿Qué es lo que apasiona nuestro sentir?

Y damos un paso más… ver, sentir y reconocer el sentir, darle nombre. La injusticia, la violencia, la desesperanza ¿Me genera compasión o la indiferencia con la frase “la vida es así”? El éxito del otro, su paz interior, su crédito social ¿mueve mi envidia o mi gratitud porque hay buena gente?

En el tercer paso ¿qué hago con eso? ¿Me pone en movimiento para bien o para mal? ¿Cómo me muestro ante Dios con mi ver y mi sentir?

Al leer los salmos, Palabra de Dios que compartimos con la comunidad judía, invitan a ver más allá del mero mirar, hay una actitud de dolor, de gozo, de gratitud, de alabanza e inmediatamente llevan a un sentir, pero no un sentir inerte sino un sentir proactivo, un sentir hacia otros con la búsqueda del bien.

Así Iom Kipur y todas nuestras celebraciones cobran sentido y se salen del ritualismo, no celebramos por tradición, por culpa, porque lo hacen todos sino porque renuevan nuestros ver y sentir y alimentan al andar.

Es lo que sentí al salir de la Sinagoga después de ver a nuestros hermanos mayores. Es una invitación a andar.