Tribuna

Las modernistas Adelaide, Elisa y las demás amigas de los papas

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Fueron audaces, fuertes, decididas y feministas comprometidas; algunas solteras, otras casadas; algunas periodistas, escritoras o educadoras, ricas y burguesas, asiduas de debates filosófico-literarios o hijas de los protagonistas del Renacimiento. Otras fueron de extracción obrera y autodidactas.



Y todas, sin distinción, fueron mujeres en la frontera que plantearon la exigencia de una fe adecuada a los tiempos cambiantes. Y todas ellas siempre permanecieron aferradas a su fe incluso en los momentos más oscuros, incluso cuando algunas fueron apartadas de la Eucaristía.

Las modernistas

Son mujeres que entre finales del siglo XIX y principios del XX se adhirieron al Modernismo, movimiento al que se opusieron las autoridades eclesiásticas y objeto de la encíclica Pascendi dominii grecis de 1907 de Pío X, que llamaba a los hombres y mujeres que formaban parte de él “rebeldes”. Feministas ante litteram, estas mujeres cultivaron fuertes amistades espirituales e intelectuales masculinas y estuvieron relacionadas con los Papas.

En la última que Juan XXIII escribió a Adelaide Coari, una de las más conocidas exponentes del modernismo católico. Muchos leen apoyo y complicidad, quizá incluso una aprobación a una mujer que siempre fue considerada transgresora por parte del Papa Roncalli.

A principios del siglo XX, la feminista cristiana más comprometida y militante era Elisa Salermo, que ataca al antifeminismo de algunas jerarquías eclesiásticas y reivindica el derecho de mujeres al canto litúrgico. Sus batallas fueron las madres solteras, el derecho a saber el nombre del padre o su obligación de casarse con la mujer cortejada. A ella también se le prohibió recibir la Eucaristía.

Durante 20 años, la hermana María di Campello mantuvo correspondencia con Gandhi, quien le escribió una carta cada 2 de octubre, fecha de nacimiento del Mahatma, y a la que ella siempre respondía con un “Querido Bapu”. También se escribió con Primo Mazzolari, don Orione, David Turoldo y Albert Schweitzer; y mantuvo una fuerte amistad con el sacerdote Enrico Buonaiuti, uno de los principales exponentes del modernismo italiano, excomulgado y reducido al estado laical. Este le entregó el cáliz que por la excomunión ya no podía usar.

Para ella, la Iglesia era la sociedad de los creyentes, por tanto, extendida a los hermanos israelitas, paganos o de cualquier credo. Escribió una carta a Pío XII en la que le pedía poder vivir, como católica, una fe más amplia. La misiva quedó sin respuesta.

Misa en italiano

Antonietta Giacomelli pagó, con la prohibición temporal de recibir los sacramentos y libros incluidos en el Index, su activismo a veces radical y su amistad con Romolo Murri, sacerdote y político, uno de los fundadores del socialcristianismo en Italia que sufrió suspensión a divinis y excomunión (después revocada).

Giacomelli atravesó un momento muy duro, casi cruel desde el punto de vista religioso. Fue quien propuso la participación de los fieles en el rito de la Misa, que debería celebrarse en italiano, allanando el camino para el Concilio Vaticano II. En ella vivía la conciencia del carácter popular de la religión.

*Artículo original publicado en el número de junio de 2021 de Donne Chiesa Mondo. Traducción de Vida Nueva

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