Tribuna

Cegados por la oscuridad

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“… ahora, en esta parte de mi vida, yo he sido capaz de comprender

por qué Dios puede sacar bien de cualquier mal.

Lo que pasa es que nos cegamos y vemos solo el mal

y los males causados por el mal”

(‘En tiempos del Papa sirio’, Jesús Sánchez Adalid)

Aunque manifiesto que soy de Cristo, muchas veces me cuestiono si no seré de Pablo, Cefas o Apolo. Vivo en una Iglesia dividida como la de los inicios apostólicos. Y algunas veces me vence un sufrimiento paralizante que me invita a la huida hacia adelante como única respuesta. Y en la oscuridad me digo: ¡me hago ermitaño! en silencio y oración, sin ninguna atadura institucional, más que los lazos del Espíritu. Pero soy obispo, pastor de esta comunidad de personas discípulas que el Señor gratuitamente ha dejado bajo mi mirada y en mi corazón. Puse la mano en el cayado y no debo mirar atrás. Incluso, aunque fuese eremita, pertenezco a la Iglesia, ese gran Cuerpo de Cristo, en el que cada creyente somos una parte, para el bien de todos. Y punto.



Hay muchas personas belicosas preocupadas por nuestra Iglesia, dicen que está acosada, insultada, desprestigiada, fragmentada… y es verdad, tal como lo está la sociedad en la que vivimos. La Iglesia no es la única que atraviesa esta época de enfrentamientos que desmoronan y rasgan la tienda que nos cobijaba hasta ahora. Las lentes y los focos de los medios de comunicación sacan a la luz y difunden todas las tragedias que estamos viviendo. No damos abasto en asumir tanto caos, destrucción y sin sentido.

La ‘autoridad’ moral

Pero la historiografía nos señala que siempre ha sido así, aquí o allá, que no son los grandes acontecimientos los que rasgan la historia, que siempre hay personas que sufren bajo el yugo de los que ostentan el poder, del tipo que sea, que siempre ha habido distintos rostros de esclavitud y de pobreza, de humillación y venganza, de odio y soberbia. Y ahí también estamos nosotros los cristianos, muchos de los de a pie y los que abusan de su autoridad moral.

Pienso, como muchos, que no debemos excusarnos, que debemos aceptar las críticas, los números ya no importan, que no debemos gastar esfuerzos en defensas sin sentido, ni debemos rasgarnos las vestiduras, ni entrar en el remolino macabro de “y tú más”. Todos, todos estamos en el barro, la sociedad también. Nos está cegando tanta oscuridad. Yo pido perdón.

Sufro con las víctimas y por los victimarios

Me siento Cuerpo de Cristo, y si un miembro sufre, sufro con él, sea uno o un millón, sufro con las víctimas y por los victimarios (imagen de los antiguos levitas que ataban la ofrenda en el altar para el sacrificio), y sufro con todas las personas inmoladas que nadie se acuerda de ellas, porque insisten en que no estén bajo el foco de la actualidad. La vulnerabilidad se extiende entre todas las personas frágiles, sencillas, confiadas, o con pánico ante el que abusa de su autoridad. Ante la magnitud del dolor siempre nos quedaremos cortos en la reparación. Me pongo por un momento en el lugar de la víctima. Pienso que es otra manera de martirio y esto me exige una conversión del corazón. Nuestro combate ha de ser de otra manera.

GRAF7842. SAN JUAN DE ALICANTE, 16/11/2023.-Vista del atardecer con la media luna, este jueves en San Juan de Alicante.- EFE / Manuel Lorenzo

Vista del atardecer con la media luna, este jueves en San Juan de Alicante.- EFE / Manuel Lorenzo

Ahora nos toca sacar el bien de tanto mal. Seamos humildes y construyamos de nuevo la tienda, la de la Iglesia peregrina. Salgamos de los soberbios baluartes defensivos, y mostrémonos en la intemperie como somos, frágiles vasijas de barro. Despojémonos del lodo de la historia que no nos deja ser nosotros mismos y nos impide avanzar por los caminos evangélicos de la misericordia. Caminemos unidos para evangelizar. Todos los que seguimos a Cristo, los obispos incluidos, debíamos emprender de nuevo “el primer anuncio”.

Termino por donde he comenzado. De la novela que cito al comienzo recojo estas palabras de San Agustín, dichas el día anterior de su muerte: “Lo que hayas amado quedará, el resto será solo cenizas”. ¡Ánimo y adelante!

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