Joxe Mari Arregi: “Pedir perdón ahora a las víctimas puede resultar tarde, insuficiente, incoherente e hiriente”

Joxe Mari Arregi, ministro provincial franciscano de Arantzazu

Tras conocerse la condena del franciscano Javier Garrido por abusos de poder, conciencia y sexuales a dos consagradas que implica dejar “todo ejercicio ministerial y pastoral”, el provincial de la Provincia de Arantzazu, Joxe Mari Arregi, comparte con ‘Vida Nueva’ cómo ha vivido todo el proceso hasta la sentencia definitiva del Tribunal de la Rota. A la vez que pide perdón a las víctimas, consciente de que “no hemos sabido abordar adecuadamente este asunto tan grave”, se compromete en nombre de la Orden a “a acompañarlas en un proceso de justicia restaurativa”.



PREGUNTA.- ¿Cómo ha vivido personalmente todo este proceso?

RESPUESTA.- Me resulta muy difícil expresar en corto todo lo que he ido viviendo a lo largo de este tiempo. Lo primero sin duda, perplejidad al conocer el asunto del que se trataba. Yo no fui la primera persona que abordó esta situación y tuve que ponerme al día de los pasos que se habían ido dando. Mi perplejidad iba y va unida a un sentimiento de dolor. Es verdad, no lo voy a negar, que me importaba la situación en la que quedaba y queda nuestro hermano Javier Garrido. Pero cada vez más se ha ido imponiendo la percepción del dolor, la frustración y la impotencia de las personas afectadas. Y en este último tiempo la constatación de que como Provincia no hemos sabido abordar adecuadamente este asunto tan grave. Es cierto que pedir perdón ahora a las víctimas puede resultar tarde, insuficiente, incoherente e hiriente incluso, pero no me cabe duda de que es lo que corresponde.

P.- A quien permanezca ajeno a la realidad eclesial, le sorprenderá una condena por “falso misticismo” cuando en realidad se trata de abusos de poder, conciencia y sexuales. ¿Se puede explicar esto de forma pedagógica?

R.- “Falso misticismo” es el término que ha sido designado por el Tribunal de la Rota para juzgar este comportamiento. Y tal como aparece en la sentencia, se trata de “una legitimación moral de acciones inmorales echando mano de motivaciones de carácter teológico espiritual, tergiversando así el juicio de los hechos reprobables, que se justifican como lícitos, incluso laudables… La inmoralidad del caso se concreta en acciones de naturaleza sexual, de género e intensidad muy variada, en muchas ocasiones en el marco de una relación espiritual” (M. Visioli).

P.- ¿Cree que han actuado con la diligencia exigida o, a posteriori, a la luz de los acontecimientos y de la sentencia, consideran que podrían haber hecho algo más por las víctimas?

R.- Lamentablemente, aun cuando se ponen todos los medios al alcance para atajar estas situaciones y trabajar en materia de prevención, siempre hay hueco para errar y se pueden dejar entrever, sin mala voluntad, actitudes o gestos que pueden generar revictimización. Si así fuera, si no hemos sido casa de acogida sino muro de resistencia para quien quiso dar un paso al frente para denunciar el calvario sufrido, pido personalmente y en nombre de los franciscanos perdón a cada unas de las víctimas por no haber estado a la altura y nos comprometemos a acompañarlas en un proceso de justicia restaurativa para mitigar y enmendar, en la medida en que sea posible, el incalculable dolor causado.

En cualquier caso, toda la Iglesia, y nosotros los primeros, tenemos que sensibilizarnos todavía más sobre lo que significa ser un adulto en situación de vulnerabilidad. A nosotros, lo reconocemos, nos ha costado aprenderlo y es tiempo de adentrarnos en esa conversión personal y comunitaria que nos plantea el papa Francisco para caer en la cuenta de que los abusos pueden darse y se dan entre adultos.

De la misma manera, nos unimos a la petición realizada en estos días por el decano del Tribunal de la Rota y también por el Defensor del Pueblo para que las víctimas no se queden ajenas al proceso canónico, que sean informadas en todo momento y no solo en el momento final.

P.- Las víctimas que se han puesto en contacto con ‘Vida Nueva’ dan por hecho que habría otras muchas más que no han dado un paso al frente por la estigmatización que lleva consigo ser adulta y ser mujer, ya sea laica o consagrada. ¿Tienen constancia de que puede ser así?

R.- De reciente hemos sabido que otra tercera persona ha presentado su acusación, pero no sabemos ni quién es ni cuándo ha denunciado… pero, ciertamente nos gustaría contar, y lo decimos con total sinceridad, con aquellas personas que pudieran saber algo más; que nos lo comuniquen para así actuar de inmediato. Somos conscientes de que los abusos a adultos vulnerables son todavía hoy un drama silenciado y solo si todos ponemos de nuestra parte podemos poner coto a esta lacra.

Lecciones aprendidas

P.- ¿Qué es lo que han aprendido los franciscanos de este caso?

R.- En todo este proceso no hemos sabido escuchar el dolor de las víctimas. No hemos sabido estar cerca y reaccionar. No hemos puesto en marcha los mecanismos adecuados para que estas actuaciones no se produjesen. Y hemos aprendido que esto es lo primero que tenemos que hacer.

Yo, personalmente he aprendido que los casos de abusos crean unas heridas profundas en las víctimas. Por ello, he aprendido también que en casos semejantes el foco debe ir dirigido primeramente y sin tardanza a las víctimas; acercarse a ellas, escucharlas y ayudarlas en lo posible a ir cerrando la herida profunda que se crea. He aprendido que no se gana con ocultar y tapar, sino que hay que abordar inmediatamente el caso y, tras verificar y objetivar los hechos llevar el caso a donde se inicie un proceso de justicia restaurativa.

P.- Según ha podido confirmar ‘Vida Nueva’, desde que se han impuesto las medidas sancionadoras, el religioso habría recibido algunas visitas, cuando lo tendría prohibido. ¿Son conscientes de esta situación? ¿Tienen previsto atajarlo?

R.- En su momento, Javier fue trasladado a otra comunidad precisamente porque en su lugar de residencia habitual era demasiado conocido. Es cierto que ha recibido la visita de algunas personas en la comunidad en la que está ahora. La sentencia actual que ratifica la anterior no incluye entre las medidas sancionadoras la prohibición de recibir visitas.

P.- De la misma manera, la decisión de apelar la sentencia, que posteriormente ha sido ratificada con cierta rapidez, habría generado malestar tanto en las víctimas como en la Santa Sede, sobre todo, teniendo en cuenta la solidez de argumentos del tribunal. ¿Por qué interpusieron este recurso?

R.- Tuvimos muchas dudas a la hora de apelar la sentencia, pues por una parte la misma sentencia daba la posibilidad de recurrir y por otra veíamos que las cosas estaban claras y demostradas. Al final, con muchas dudas, optamos por apelar.

P.- En cualquier caso, se trata de una sentencia canónica. ¿Animarían a las víctimas a acudir a la justicia civil?

R.- Por supuesto, siempre hay que ir de la mano de la justicia civil. Pero, hasta donde sabemos, lamentablemente en este caso no podría darse el paso porque, al parecer, los hechos habrían prescrito. No es así en el ámbito canónico y ahí está la resolución. Creemos, por nuestra parte, que esta sentencia ya establece los mecanismos suficientes para que los hechos sancionados no vuelvan a ocurrir. Y a la institución nos ha movido a poner en marcha todos los mecanismos de supervisión externa que nos ayuden a prevenir estos comportamientos.

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