Tribuna

Aprender a contar depende de lo que contemos (qué hacemos y cómo nos comportamos tras unas elecciones)

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Cuando en Estados Unidos terminen de contar los votos de las pasadas elecciones, en nuestro continente latinoamericano continuará la miseria rampante de millones y millones de seres humanos y esa nación grande de Norteamérica seguirá teniendo al sur de su frontera un continente que se debate entre la espera y la esperanza.
Cuando en Estados Unidos terminen el proceso, Puerto Rico continuará siendo una colonia, cada vez más inestable, cada vez más volátil, y más dividida internamente.



Nuestro querido papa Francisco insiste en que el mundo necesita iniciar un camino distinto al que hemos andado en los pasados años y que busquemos el “diálogo para la reconciliación”, porque urge ser mejores. Para eso, nos invita a que reorientemos las miras de forma que nuestra sociedad busque la ruta de la hermandad, de amor al prójimo. Nos dice que el deterioro del mundo ha llegado a tal punto que, prácticamente, nos va la vida en ello, sino procuramos la “amistad social”.

Necesitamos una forma nueva de contar, necesitamos hacer una lista nueva de lo que vale la pena contar. Nuestras familias, nuestros pueblos, muchas veces hacen listas de cosas que en realidad no valen mucho y nos pasamos sacando cuentas que no salen. Soñar sirve para orientar los esfuerzos de la vida, pero si soñamos con cosas inútiles, con acumular lo que carece de valor, nos corremos el riesgo de pasarnos la vida acumulando aquello que no sirve y dejando en el camino lo que de verdad vamos a necesitar.

Rescatar al prójimo

Hay seres humanos que se pasan la vida acumulando riquezas cuyo único valor real es que sirven para que tengan que afanarse en aumentarlas. Esos seres humanos son cada vez más pobres de la peor manera, porque les causa angustia lo que otros tienen y que ellos ambicionan. Sin embargo, hay otros seres humanos que en lugar de estar pendientes de lo que carecen, viven atentos a lo que otros puedan necesitar para tratar de ayudar, de socorrer, de rescatar, de compartir. Esos acumulan un tesoro en el reino de los cielos.

Por otro lado, los he visto tantas veces, que son demasiadas. Créanme, seres humanos que se presentan a las contiendas políticas exhibiendo ideales, prometiendo ser los campeones del pueblo y no bien termina el concurso de las urnas, se pelean unos con otros por quién va a tener el poder mayor. Se les olvida demasiado rápido aquellas cosas importantes que proclamaron, se les olvida cómo estaban dispuestos a acercarse a cualquiera que pudiera votar por ellos y de lo que se rodean ahora es de ayudantes que los protegen de que la gente pueda llegar a ellos. He visto demasiadas veces a personas que militan entusiastas en las causas sociales, políticas o hasta religiosas derrochando bondad de palabra, para luego mostrar un rostro mezquino, duro y poco compasivo con la misma gente con la que se comprometieron.

Pero también he visto a quienes, luego de que se disipa el humo de los fuegos artificiales de la política, de la fama, de las hazañas, de las contiendas, siguen agarrados al servicio a los demás, sembrando la paz duradera que nace de encontrarnos seres que luchan por la justicia. Para ellos, mi abrazo fraterno y un canto de alabanza.