Sergi Gordo: “La sinodalidad ha venido para quedarse”

Cuando se puso a escribir la carta a sus nuevos diocesanos, decidió ampliar sus destinatarios y se dirigió a todos los tortosinos: “No soy un mesías ni voy a ejercer de líder con un programa preestablecido, voy a dejarme sorprender por el paso de Dios en la vida de tanta gente que ya me ha abierto las puertas. En mí van a tener a un vecino, un hermano, un compañero, un amigo, un apóstol”.



Entre los renglones de la misiva, Sergi Gordo, de 56 años, se detiene además en los versos de una canción de Kairoi. “Hay que dar un sí cada día, en toda ocasión, paso a paso”. “Marcó mi adolescencia, y como seminarista menor, le pedía a Dios su gracia como María, nuestra madre, para ser perseverante y generoso”, recuerda.

PREGUNTA.- La secularización se acentúa en Cataluña. ¿Tiene preparada una ‘operación reconquista’?

RESPUESTA.- No tengo ningún plan predeterminado. Quiero conocer la realidad de la diócesis, que es muy rica en Historia, en diversidad… Empaparme con ilusión de sus gentes es el punto de partida para revitalizar dando respuesta al momento actual, con los que somos, seamos muchos o pocos, pero con alegría y esperanza.

P.- Estamos en un tiempo de calentamiento global en la Iglesia, ¿cómo se rebaja esa tensión?

R.- Este tiempo de sinodalidad es una gracia de Dios, pero comprendo que a alguno le cueste. La sinodalidad nos invita a caminar juntos, a apostar por la fraternidad, a ser reflejo de la comunión en la Trinidad. No entremos al trapo de polarizaciones que son estériles y no llevan a ninguna parte. Seamos constructores de puentes. Es mucho lo que podemos hacer juntos, incluso con personas de otros credos y con otra manera de pensar en favor del bien común. Ahí nos podemos encontrar siempre.

El modelo de los santos y santas

P.- Además de negacionistas, existe la sinodalidad de postureo: los que dicen oír, pero no escuchan al Pueblo de Dios. ¿Cómo se salva esta tentación?

R.- Me gusta dejarme llevar por el Evangelio, por la tradición viva de la Iglesia y, especialmente, por la vida de los santos y las santas. Ellos hicieron camino con los hermanos, especialmente los que más sufren. Fueron capaces de ver en el hermano al mismo Jesús, convirtiéndose en mano amiga, en aliento, en esperanza. Sinodalidad es caminar con los últimos y es una aventura que no nos podemos perder. La sinodalidad ha venido para quedarse y todo lo que hagamos por ella siempre será poco

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