Pliego
Portadilla del Pliego, nº 3.355
Nº 3.355

En el triple jubileo de santo Tomás de Aquino

Tomás de Aquino, nacido en 1225, ingresó en la Orden de Predicadores en 1244, hecho que orientó todas sus actividades religiosas, pero sobre todo doctrinales. Este ingreso provocó una violenta oposición de su familia, perteneciente a la nobleza. La familia no tenía nada en contra de una carrera eclesiástica para el joven Tomás. Como hijo menor de la familia, era casi una evidencia que estaba destinado al clero. Su padre pensaba que su hijo fuera abad de Montecasino, como lo había sido antes su tío Sinibaldo. Montecasino no es cualquier monasterio pequeño e insignificante; es la abadía madre de todos los benedictinos. Como abad de Montecasino, Tomás estaba destinado a aumentar la fama y el poder de los señores de Aquino.



Pero he aquí que durante sus estudios universitarios conoció, en la Facultad de Teología de Nápoles, a unos profesores que le sedujeron. Eran miembros de una orden recién fundada por el español Domingo de Guzmán. La familia, al ver que no conseguía persuadir a Tomás de que abandonara a esos frailes, tomó la decisión de obligarle a retornar al camino de la nobleza. ‘Manu militari’.

Quería ser dominico

En 1244, ocurrió un episodio que demuestra su fortaleza de carácter y su determinación de ser dominico. Fray Juan el Teutónico, maestro de la Orden de Predicadores y personaje de gran crédito en la sociedad de entonces, conducía a Tomás de Nápoles a Bolonia. Sus hermanos, militares al servicio del emperador, le raptaron durante el viaje a pie y le encerraron en el castillo de Rocaseca para que “recapacitara”. Al cabo de un año, viendo su constancia y tesón, y tras comprobar que nada habían conseguido por el camino de la persuasión y de la intimidación, decidieron cambiar de estrategia e introdujeron en sus aposentos a una bella napolitana dispuesta a seducirle. Pero Tomás la rechazó. También una de sus hermanas, Marotta, quiso disuadirle de su idea de ser dominico. El resultado fue que ella misma acabó optando por la vida religiosa en la Orden Benedictina. La condesa Teodora terminó comprendiendo que era inútil seguir oponiéndose a la decidida vocación de su admirado hijo Tomás, que, por lo demás, había heredado de ella su temperamento firme, seguro e inflexible.

En París con Alberto Magno

Tomás de Aquino comenzó su docencia en la Universidad de París siendo muy joven. Casi podríamos decir que fue un profesor precoz. En 1245, marcha a París y se incorpora a la más famosa universidad de su tiempo. Allí fue alumno de Alberto Magno, hombre discutido que gozaba de gran prestigio, abría caminos y con su obra preparó el terreno de la obra de Tomás, hasta el punto de que Pío XII llegó a decir: “El árbol gigantesco de la ‘Suma de Teología’, que el Aquinate plantó en el jardín de la Iglesia para tocar el cielo, echa sus raíces en el terreno fecundo de la escuela de Alberto Magno”.

En París, Alberto leía y enseñaba sin miedo a Aristóteles, recientemente descubierto, ante unos sorprendidos estudiantes, pues su enseñanza estaba, en principio, prohibida. Que un teólogo colocara a un pagano, como Aristóteles, al lado de los Padres de la Iglesia, era realmente escandaloso. Las reacciones no se hicieron esperar: nadie puede servir a dos señores. Donde domina el espíritu de Aristóteles, decía Absalón de San Víctor, no puede reinar el espíritu de Cristo.

La acogida de Aristóteles

El escándalo que suscitó la acogida de Aristóteles y de la filosofía en teología tiene en Alberto esta respuesta: “Se dan algunos que, siendo ciertamente ignorantes, se atreven con todos los medios a su alcance, a impugnar el uso de la filosofía. Estos se dan también entre los Frailes Predicadores, y nadie se les opone. Todos ellos son como brutos animales que se atreven a blasfemar de aquello que ignoran”. Este es el ambiente que Tomás encuentra cuando llega a París, y el que sigue bebiendo junto a Alberto cuando más tarde le acompaña a Colonia.

En 1248, Alberto se traslada a Colonia, acompañado de Tomás, y allí asume la dirección del nuevo Estudio General de la Orden. En 1252, Tomás de Aquino regresa a París para hacerse cargo de una de las dos cátedras de teología que los Predicadores detentaban en la Universidad. Una era llamada “cátedra de los franceses”, la otra “cátedra de los extranjeros”. En la primera, el titular debía ser un francés; en la segunda, un extranjero: inglés, italiano o alemán. Habiendo quedado vacante la cátedra de los extranjeros, en 1252, el maestro de la Orden, Juan el Teutónico, consultó a Alberto Magno sobre el fraile más apropiado para ocupar un puesto tan prestigioso y comprometido. Ante la sorpresa del maestro de la Orden, Alberto recomienda a su discípulo preferido, fray Tomás, que solo tiene entonces 27 años.

Claridad de pensamiento

La recomendación de Alberto fue acertada, pues el joven profesor deslumbró a sus oyentes por la claridad de su pensamiento, las cuestiones que suscitaba, los argumentos que aportaba, por su confianza en la armonía equilibrada entre razón y fe, entre naturaleza y gracia. Aunque no todos estaban entusiasmados con su docencia, por ejemplo, los viejos profesores. Tomás fue considerado un teólogo sospechoso y un innovador peligroso, no solo por los teólogos conservadores ajenos a la Orden dominicana, sino incluso por algunos dominicos.

Otra muestra de aprecio del maestro al discípulo ocurrió cuando, en el tercer aniversario de la muerte de santo Tomás, el arzobispo de París, Esteban Tempier, condena 219 proposiciones, entre las cuales unas doce se refieren a la doctrina de santo Tomás. Los amigos y discípulos de Tomás de Aquino, tanto en la Orden dominicana como en la Universidad, salen en su defensa, denunciando una serie de confusiones e irregularidades en el procedimiento de la condena. Lo más llamativo fue que su maestro, Alberto Magno, a pesar de la edad avanzada y sus achaques, se pone en camino desde Colonia hasta París para defender a su discípulo. A pesar de la gran impresión que causó su llegada, no consiguió que se retiraran las proposiciones condenadas.

Sospechar y condenar

Lo más triste de toda esta polémica es lo que suele suceder siempre ante lo nuevo: el miedo, que limita la capacidad de un juicio lúcido. Ante lo nuevo, que pugna por nacer, la reacción espontánea de la autoridad es sospechar y condenar. Evidentemente, no todo lo nuevo es bueno, pero conviene analizarlo con calma para poder acoger sus elementos positivos. La teología de Tomás de Aquino terminó imponiéndose como una de las mejores expresiones de la doctrina de la Iglesia. (…)

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Índice del Pliego

1. UNA ENTRADA TORMENTOSA EN UNA ORDEN MENDICANTE

2. DISCÍPULO PREFERIDO DE ALBERTO MAGNO

3. LA OBRA ESCRITA DE SANTO TOMÁS

4. HABLAR CON DIOS PARA PODER HABLAR DE DIOS

5. LA RAZÓN, CONDICIÓN PREVIA DE LA FE

6. LA VERDAD, LA DIGA QUIEN LA DIGA

7. EL DOCTOR COMÚN

8. BAJO EL MAGISTERIO DE SANTO TOMÁS

9. FINALIZANDO CON UN POCO DE HUMOR

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