Juan del Río en el funeral de Pilar de Borbón: “Ella es un testimonio de entrega y amor a España”

  • El arzobispo castrense ha presidido la misa por el eterno descanso de la infanta en El Escorial
  • “La vida de la infanta Doña Pilar no estuvo exenta de exilios, angustias y pruebas muy diversas”

El arzobispo castrense Juan del Río ha presidido hoy la celebración del funeral de la infanta Pilar de Borbón en El Escorial. Una mujer que, tal como ha recordado, tuvo “un gran sentido de la realidad social y cultural en las diversas etapas de su fecunda vida”. Y es que en todo momento “se mostró como una persona cercana y discreta a la vez, supo amar con ternura y lealtad a los suyos, generosa siempre en el compromiso con los más pequeños y necesitados”.



Pero, sobre todo, del Río ha subrayado que Pilar de Borbón era “una fiel servidora de España y de la Corona” que contó “con la amistad de la Reina Doña Sofía” y “apoyó a su hermano el Rey Juan Carlos”. Sobre todo, sintiéndose “orgullosa de que llevase a cabo la tarea histórica de la reconciliación de los españoles, con la instauración de la Monarquía parlamentaria, en la que tanto soñó su padre Don Juan”.

En definitiva, Juan del Río ha definido a doña Pilar como “una gran mujer de su tiempo, una esposa enamorada, una madre sacrificada y una abuela espléndida” cuya fe impregnaría los “sentimientos y acciones” de cada aspecto de su vida cotidiana. “Una prueba de ello sucedió al final de la misa familiar de las pasadas Navidades, cuando sus hermosos ojos azules se quebraron de emoción en el beso de adoración que depositaba en la bella imagen del Niño Jesús”, ha relatado el arzobispo.

Llamados a la vida eterna

“Era el gesto de una mujer creyente, de una magnífica persona, que desde su naturalidad y sencillez llevaba con verdadera reciedumbre y fe cristiana la sentencia de la enfermedad maligna, que días después le conduciría “hacia las fuentes tranquilas” (Sal 22) de la Casa del Buen Padre Dios”, ha subrayado el prelado.

Asimismo, ha puntualizado que “el espíritu que llevamos nos dice que somos hijos de Dios, y que por lo tanto, estamos llamados a la vida eterna”. De esta manera, “no todo se acaba en la pura descomposición de este cuerpo mortal, hay algo dentro de nosotros que se revela ante la idea de que caminamos sólo hacia la nada y el vacío total”, ha apuntado.

“Ese anhelo de eternidad y felicidad del corazón humano”, ha continuado del Río, “solo se colma en el encuentro personal con Dios, al estilo de los discípulos de Emaús que descubrieron al gran viviente, Jesucristo, Muerto y Resucitado, como el único que resuelve el enigma de la vida y del más allá”.

El tesoro de la fe

“La vida de la Infanta Doña Pilar no estuvo exenta de exilios, angustias y pruebas muy diversas”, ha subrayado el arzobispo castrense. “No solo experimentó el dolor humano, sino que hizo mucho bien a toda clase de personas: niños, mujeres, adultos… su solidaridad es por todos conocida”, ha añadido.

“Pero, si por la débil condición humana que todos tenemos, tuvo sus fallos y errores, que Cristo, al que confesó como su Salvador y Redentor, tenga misericordia de sus pecados y le conceda la paz de los justos”, ha subrayado, afirmando, además, que “en esta confianza ella vivió, y pedía en sus oraciones que este tesoro de la fe católica permaneciera en su familia en las futuras generaciones”. Por este motivo, Juan del Río ha finalizado su animando a los presentes a “recoger ese testimonio de entrega y amor a España. ¡Tened los ojos abiertos y el corazón consolado! ¡Esperad en el Señor, sed valientes, tened ánimo, confiad siempre en Dios!”.

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