Editorial

La legitimidad sinodal

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Después de cuatro semanas de trabajo, la primera sesión del Sínodo de la Sinodalidad ha llegado a su fin con el punto seguido que supone el informe de síntesis final. Aprobados los 336 puntos con el respaldo de más del 80% de los votos –la mayoría cualificada exige un 75%–, los 364 padres y madres sinodales visibilizan en este texto una capacidad de escucha al Espíritu que se ha traducido en un diálogo fluido, con espacio para el disenso, pero, sobre todo, para la comunión en la diversidad. La Asamblea refleja una Iglesia viva, en una conversión misionera constante para volver a Jesús y salir al encuentro del mundo.



En estas claves se enmarcan las principales propuestas de la síntesis. Iniciativas tan concretas como realizables, a corto y medio plazo, que afectan a toda la realidad eclesial. Así, aparecen llamadas a mejorar el sistema de elección de los obispos, reavivar las celebraciones litúrgicas, acoger más y mejor a quienes se saben marginados, ofrecer un servicio pastoral a los sacerdotes secularizados, convocar un sínodo ecuménico… Un suma y sigue de sugerencias, entre las que destacan las que tienen que ver con la dignidad de la mujer, no solo invitando a reabrir el estudio sobre las diaconisas, sino quitando el veto a juezas en los tribunales eclesiásticos o promoviendo un lenguaje más inclusivo.

A sabiendas de que el Sínodo de los Obispos es un órgano consultivo, que no ejecutivo, ahora está en manos del Papa acoger estas sugerencias y discernirlas.

Para decepción de quienes esperaban un giro copernicano y para aquellos que alertaron de una caja de Pandora apocalíptica, el día después de la Asamblea no se ha abierto el cielo del cisma ni se ha tirado a la papelera el Catecismo ni la valiosa tradición de la Iglesia. Se equivocaban los unos y los otros. Quizá porque nunca entendieron a un pontificado que no busca revoluciones rupturistas ni acelerones, sino avanzar en un caminar juntos católico.

Reforma voto a voto

Aparentemente, nada ha cambiado en un mes de reunión ni en dos años de consulta global. Solo en apariencia, porque se están abriendo y consolidando procesos que se traducen y se traslucen en el primer voto femenino, en la voz de los curas ‘rasos’, en la escucha igualitaria a las Iglesias de la periferia, en el debate en una mesa redonda donde todos comparten en el mismo plano…

Es este clima propio de un ‘kairós’ el que da legitimidad al Sínodo de los Obispos, desde esa infalibilidad del Pueblo fiel de Dios que certifica ‘Lumen gentium’ y que Francisco ha apuntalado a modo de aviso para navegantes en la recta final del foro vaticano. Porque padres y madres sinodales han apostado por un ‘sí’ a un renovado estilo de ser Iglesia comunión. Una reforma voto a voto.

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