EDITORIAL VIDA NUEVA | Una de cada tres personas en el mundo vive en un país sin libertad religiosa. El informe bienal de Ayuda a la Iglesia Necesitada advierte de que el hiperextremismo islamista se ha convertido en la principal causa de persecución en el planeta.
La creciente oleada de atentados en Europa ha hecho, además, que el mundo occidental ya no mire de reojo lo que ocurre en Oriente. Sin embargo, más allá de las intervenciones militares, no parecen que se tomen las medidas contundentes que podrían frenar esta amenaza, como limitar el mercado de armas o presionar a aquellos países que propician discriminaciones, ataques y violaciones a minorías sociales –fundamentalmente cristianas– por el mero hecho de profesar un credo diferente.
Garantizar la libertad religiosa no es, ni mucho menos, un privilegio para el creyente, sino un aval para que todos los ciudadanos puedan expresarse dentro de un marco de convivencia que respete las convicciones de cada uno. Garantizar la libertad religiosa no es solo competencia de un Estado, sino una antesala imprescindible para la comunidad internacional si lo que se busca es frenar los extremismos religiosos y lograr la paz en el mundo.
Publicado en el número 3.012 de Vida Nueva. Ver sumario
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