Editorial

Ellas, con voz, voto y dignidad

Compartir

En la recta final de la primera asamblea del Sínodo de la Sinodalidad, la Embajada de España ante la Santa Sede ha acogido una nueva edición de los Encuentros ‘Vida Nueva’, protagonizado por las españolas que están participando en el encuentro vaticano convocado por el papa Francisco. Ellas son cuatro de las 85 mujeres convocadas por el Pontífice, llegadas desde todos los continentes, con diferentes realidades, distintas sensibilidades y roles diversos en el foro acogido por el Aula Pablo VI. Desde esta pluralidad, se inició un diálogo que tuvo como anfitriona a la embajadora Isabel Celaá y su llamada a que en esta aventura emanada del Concilio Vaticano II “solo haya un camino y que sea hacia adelante”.



Sin romper la exigida confidencialidad, las conversadoras compartieron con los presentes su sentir en las jornadas de trabajo, en la que han vivido en primera persona la universalidad propia de la catolicidad, reforzada gracias a una mayor apertura del Sínodo de los Obispos al Pueblo de Dios.

Por primera vez en este Sínodo, votan las mujeres, pero también los hombres laicos y los sacerdotes. Sin embargo, no es menos cierto que el reconocimiento femenino supone algo más que un gesto o una concesión. Su participación ha sido aupada por el método seguido en la Asamblea y reforzada incluso con la disposición física del aula, que ha permitido que ellas se hicieran escuchar desde dentro, sin gritos ni propuestas histriónicas, sino desde la serenidad propia de la escucha atenta del Espíritu.

Unos y otras no han intercambiado pareceres en un auditorio en escalera, a modo de pirámide jerárquica. Se ha propiciado un diálogo en el mismo plano, cada uno desde su vocación, su ministerio y su misión encomendada. Un encuentro de tú a tú que ha permitido redescubrir la pluralidad de relaciones de la Iglesia, más allá de cualquier dicotomía hombre-mujer, ordenado-no ordenado, curial-no curial, norte-sur, izquierda-derecha. Un todos juntos, pero no revueltos, en esa “armonía” que anhelaba el Papa en la misa inaugural, con el convencimiento de que la comunión no es uniformidad, sino pluralidad.

Inquietudes y preocupaciones

En este contexto, en la Embajada se escucharon las inquietudes y preocupaciones de cuatro mujeres, que sin ser la voz de todas las católicas, sí expresaron un deseo compartido de acabar con toda discriminación, de adquirir ciudadanía plena, lo mismo en un consejo parroquial que en una facultad de teología, de desarrollar nuevas ministerialidades para servir y no tocar poder…

En definitiva, una Iglesia del sentido común con Jesús en el centro, el Hijo de Dios que reconoció la dignidad de la mujer como nadie, con una libertad y audacia profética que hoy faltan.

Lea más: