Carlos

A comienzos de la década de los setenta, la percepción por las causas ideológicas, en particular de izquierda era bien distinta a la actual. La legitimidad de sus luchas era para muchos muy coherente, de hecho era casi una moda entre una joven generación de entonces, además de posar de contestataria, participar en éstas de alguna forma. En el marco de aquel contexto surgieron no pocos personajes, que resultaban casi admirados por su audacia al empuñar las armas y atacar el sistema imperante, así no fuera la de su propio país. Ese fue el caso de “Carlos” Ilich Ramírez, un joven venezolano que de estudiante latinoamericano en Londres y París con un aguerrido pensamiento revolucionario pasó a ser un temido militante de la causa Palestina, hecho famoso como terrorista por la prensa y que más de un escritor dedicó cientos de páginas en torno a su figura.

Este film francés dirigido por Olivier Assayas que ingresó a Colombia 14 meses después de haber sido presentada oficialmente en Cannes, hace otro tanto al contar su historia en un circuito cinematográfico menos comercial. De la misma cinta existe una edición en cuatro capítulos para televisión que no tardará en ser transmitida por alguno de los canales internacionales.
A diferencia de otras descripciones literarias, aquí se cuenta tanto su trayecto como su final, con la implícita y conocida moraleja: el crimen no paga.  Magistralmente caracterizado por el actor Edgar Ramírez (venezolano), Carlos tenía quienes lo protegieran, que eran gobiernos de países como Siria, Irak, Sudán y Líbano entre otros, los cuales en décadas anteriores apoyaron según la historia actividades terroristas como parte de una iniciativa política y militar que llevaron al escenario urbano europeo.
Así fue como durante años permaneció protegido por los beneficiarios de sus sangrientos favores,  pero el mundo empezó a cambiar, el muro de Berlín cayó, la Unión Soviética desapareció, los estados aún con regimenes oscuros cambiaron de intereses y con ello los apoyos perdieron vigencia. Carlos quien se preciaba de ser inatrapable dejó de serlo.
La producción en su visual emplea una técnica similar a la empleada en “Munich” -de Steven Spielberg-, colores sepia y claro oscuros evocantes de años pasados, estéticas y peinados de la época, iconos que reflejaron ciertos valores y formas de sentir. Al verdadero Carlos -hoy condenado a cadena perpetua- según la prensa europea no le gustó por irreal la puesta en escena. Como sea, son dos horas y media editadas de una secuencia de hechos ágilmente dramatizada, un film que como otros ya expresaron, terminará por pasar de mano en mano. VNC
J. Escobar

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