Jesús Manuel Ramos
Coordinador de la Dimensión Familia de la Conferencia Episcopal Mexicana

Sobre los gigantes


Compartir

¿Has escuchado la frase “estar sobre los hombros de gigantes”? Isaac Newton escribió esa frase en una carta en la que mencionaba: “Si he visto más lejos es porque estoy sentado sobre los hombros de gigantes”, dando a entender que sus logros se apoyaban en los frutos que otras personas habían logrado previamente. Stephen Hawking publicó un libro titulado “A hombros de gigantes” en el que abordaba el tema de las aportaciones de otras personas al trabajo de Newton.



Tal vez no le veas la relación en este momento, pero permíteme contarte que la Catedral de la Asunción de Nuestra Señora, en la ciudad de Chartres, Francia, contiene 173 hermosos e históricos vitrales con casi 1500 escenas, la mayoría fueron elaborados en la edad media. Por su antigüedad y belleza, constituyen quizá la colección más importante de Europa. Allí, bajo el impresionante Rosetón Sur, se encuentran cinco vitrales de ventanales altos llamados lancetas, en donde se observa a la Virgen María en el centro y en ventanas laterales a los cuatro evangelistas sentados sobre los hombros de los cuatro profetas mayores. Esta imagen parece indicar que los evangelistas, han logrado ver más allá que los grandes profetas, debido a que ellos conocieron al Mesías de quien los profetas hablaban. Pero para que se llegara la plenitud de los tiempos en que esto sucedió, los profetas tuvieron que haber cumplido primero su importante papel.

El papa Francisco en su encuentro con los Obispos de México en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, en febrero de 2016, nos ofreció un emotivo discurso en el que menciona: “Es necesario no desperdiciar la herencia recibida, custodiándola con un trabajo constante. Están asentados sobre espaldas de gigantes: obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos, fieles «hasta el final», que han ofrecido la vida para que la Iglesia pudiese cumplir la propia misión. Desde lo alto de ese podio están llamados a lanzar una mirada amplia sobre el campo del Señor para planificar la siembra y esperar la cosecha”,

Y esta es la idea que quiero comentar con ustedes: la importancia de aprovechar los esfuerzos y las fatigas de quienes nos han precedido, ya sea en el trabajo apostólico, o en cualquier otro sentido. De hecho, la mayoría de los avances de la humanidad tienen mucho de este proceso de asimilación de pasos previos

Para ilustrar mejor el punto, puedo compartir una experiencia reciente: en este mes, mi esposa y yo fuimos invitados a conducir un retiro matrimonial en línea, consistente en tres sesiones sabatinas con duración de tres horas cada una. Fueron entonces nueve horas efectivas, distribuidas en tres jornadas en modalidad de videoconferencias.  Gracias a Dios el evento fue transcurriendo con mucha aceptación de los participantes y con bastante interacción de los casi cien matrimonios que nos acompañaron. A pesar de tratarse de una reunión virtual, el compromiso de quienes asistieron permitió que aprovecharan al máximo el tiempo que le dedicaron al retiro.

En años anteriores, pensar en un retiro virtual, sería sumamente cuestionado y probablemente inaceptable; pero la situación que se vive en el país nos ha obligado a buscar nuevos caminos para no detener los procesos de acompañamiento y evangelización. Bajo esta óptica de encontrar nuevas formas de transmitir el mensaje, muchos nos hemos apoyado en los avances tecnológicos, en particular los que tienen que ver con videos en páginas de redes sociales, webinars y videoconferencias.    

Otro efecto que observo es la cada vez mayor apertura de las personas, para recibir formación por medios electrónicos, ya sea como auto capacitación, o eventos dirigidos. Por supuesto que ello ha requerido aumentar nuestras habilidades para utilizar la tecnología vigente o bien, buscar a alguien que nos apoye en ello.

En ese escenario, cabe preguntarnos si cuando algún día las condiciones de sanidad lo permitan, nosotros regresaremos a dar absoluta prioridad a los procesos presenciales, dejando atrás los procesos virtuales. O quizá deberíamos aprovechar este paso dado, si bien obligados por las circunstancias, pero paso dado al fin, hacia un futuro que cada vez más se desarrollará en territorios virtuales. Quizá las personas cuyo talento, empuje, determinación e imaginación han sido ejemplares durante estos difíciles tiempos, son los gigantes en quienes debamos apoyarnos para planear el futuro de la evangelización, de la formación en las familias y del apostolado moderno. Tú, ¿Qué opinas?