Rixio Portillo
Profesor e investigador de la Universidad de Monterrey

Rusia y Ucrania, la comunicación en tiempos de guerra


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La relación entre comunicación y guerra es más estrecha de lo que se podría pensar. Comenzando que muchos de los medios tienen en su origen el ambiente bélico, en su fase de experimentación, como es el ejemplo del internet.



Pero la guerra es ante todo una antítesis de comunicación, una derrota humana en la que la violencia asume como única vía (en grandes proporciones), la forma errada de expresión. Como dijo el político estadounidense Hiram Johnson: “la primera víctima en una guerra es la verdad”.

En el caso de la invasión militar de Rusia a Ucrania, la comunicación mediática ha sido fundamental para poder hacer una valoración de la opinión pública de los resultados.

Guerra con redes sociales

Que en el siglo XXI, un Estado decida arremeter militarmente contra otro, necesitaría de muchos argumentos de convencimiento, y al menos está vez, Rusia no ha convencido a nadie (o a muy pocos), de su prepotente acción.

La guerra en Ucrania ha sido registrada en todas las plataformas; militares en TikTok, periodistas en el flanco de batalla con lives en directo, reseñas en tiempo real desde todos los ángulos, por ende, nadie podría decir que no está medianamente enterado de lo que allí ocurre.

Muestra de ello es que han sido millones las movilizaciones civiles en todas las ciudades del mundo contra la guerra, incluso en San Petersburgo y Moscú; pues ya no hay forma de argumentar y justificar la violencia. La humanidad ya no cede tan fácilmente a la “manipulación” discursiva, al no ser un argumento de seguridad por terrorismo, la mayoría se ha inclinado al lado vulnerable.

La narrativa bélica no tiene asidero

Sí, indistintamente del resultado, ya Rusia perdió la guerra. Ucrania ha sabido administrar su rol de víctima, el heroísmo de sus militares o líderes al frente de la línea de fuego, personas de la sociedad civil con la intención pública de defender su patria, han sido el contenido consumido por muchos en estos días.

Esto no justifica la violencia, solo responde al principio natural y moral del derecho a la defensa, por lo que la narrativa le ha dado la delantera a Ucrania.

El papa Francisco también ha entrado en la escena del conflicto, sus pasos diplomáticos han sido totalmente inéditos, y ha comunicado a su manera.

El papa de la Iglesia en salida ha salido del Vaticano hasta la embajada de Rusia para pedir el alto de la guerra y ofrecerse como mediador. Nadie puede minimizar el gesto ensordecedor de paz que ha lanzado Bergoglio, sería mezquino no hacerlo.

El grito de los gestos en silencio

Pío XII, en el inminente bombardeo a Roma, dio cobijo a las embajadas acreditadas ante la Santa Sede, permitiendo protegerse bajo las prerrogativas de los Pactos Lateranense; sin embargo también se lanzó a la calle a rezar con los heridos en el Barrio San Lorenzo, tras las primeras explosiones, en 1943.

Francisco, a su manera y en su contexto, no solo ha pretendido proteger dentro de los muros, sino que también ha salido, y en primera persona, ha pedido formalmente detener la guerra como un acto de conciencia humana.

En su llamado en el Ángelus del domingo, el papa ha utilizado un verbo referido a comunicación: «!Que callen las armas! Dios está con los que hacen la paz, no con los que usan la violencia».

Por eso, que callen las armas que solo gritan muerte y destrucción, y que prevalezca el entendimiento razonado con el silencio de la escucha para la resolución del conflicto.

Es momento de dar altavoz a la razón, a la coherencia del discurso, a la no violencia, y al entendimiento práctico de una comunicación efectiva. Solo con una buena comunicación se termina la guerra, pero con una mejor se evitará volver a hacerla.


Por Rixio Portillo. Profesor e investigador de la universidad de Monterrey