Jose Fernando Juan
Profesor del Colegio Amorós

¿Qué nos exige la pandemia?


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Se trata de cuidar la vida. Esto es lo que nos está mostrando hasta el punto de la evidencia más sangrante. No solo habla de la fragilidad y contingencia, sino de nuestra capacidad de cuidado, responsabilidad y atención. Un famoso vídeo, dolorosísimo, en el que un adolescente de fiesta comienza a pensar en si tiene algo que ver con la situación extrema de su abuela, es la clave. Nuestra conexión no es digital, no está mediada por pantallas, no vivimos encerrados, sino vinculados.



Vincular es, si miramos su raíz latina, una atadura relacionada con la merma de libertad, como un encadenamiento (que tiene, en nuestro idioma, una versión muy interesante en forma de escalada). Un vínculo, un auténtico vínculo, nos sitúa en nuestro lugar, sin libertad absoluta. Nos convierte por un lado en deudores de otros y en responsables de los que encontremos en nuestra historia. Y es imposible que las personas vivamos de un único vínculo, sino de múltiples y complejos, hasta el punto de lo irrastreable.

Las acciones cotidianas son decisivas

La pandemia ha mostrado, una vez más, porque la vida siempre lo ha querido enseñar, que las acciones cotidianas son decisivas. No solo los grandes momentos de la historia, sino las actitudes más insignificantes.

Pienso la libertad no solo en función de las posibilidades, sino de la decisión. Y aquí existe una confusión general cultivada interesadamente para hacer pervivir en el caos y la indecisión. Si se piensa la libertad solo en el campo de las posibilidades, todo queda abierto en una equiparación injusta y falsa, porque lo realmente relevante es la elección de lo mejor. Es necesaria no solo la amplitud de posibilidades para la libertad, sino la acción que sabe elegir lo mejor entre lo posible. Y no da igual, aunque se quiera justificar la equidad de todo con retórica propensa a la autojustificación, a la exclusión y huida de la responsabilidad, al miedo a la culpa y al posible arrepentimiento. Y no da igual, en positivo, con miras al Bien y la Santidad. No da igual. Conviene decirlo y señalarlo en lo concreto, en la acción.

La esclavitud del vínculo es la condición humana esencial. Lo llamamos seriedad de la vida. Porque todo este alboroto es, también, revelación de nuestra condición responsable. Los que lo han vivido más de cerca, lloran por ello, lo sufren, les afecta. El drama y la tragedia hoy no es, una vez más, la de quienes viven este dolor, sino las de quienes andan por ahí en su indiferencia hacia los demás, en su inconsciencia, en su irresponsabilidad, en su ingenuidad.

Contagiar y vincular son antagónicos. Contagiarse no implica libertad alguna, solo padecimiento. Otro, ante mí, me golpea con su mal. Muchas veces sin sospecharlo siquiera. Vincularse es, de verdad, hacerse responsable de otros. Insisto, no solo convivir y estar en relación, sino asumir la relación y cuidarla para ofrecer lo mejor con el menor daño posible. Beneficiencia, no maleficiencia. Autonomía y Justicia, como bienes comunes. Buscar el bien, no matar. Ser libre y saberse parte de la Vida recibida y compartida con otros.