Redactor de Vida Nueva Digital y de la revista Vida Nueva

¿Qué dice la Iglesia católica sobre el embarazo de Dulceida?


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La ‘influencer’

Hace unos días la ‘influencer’ –y poderosa empresaria de ‘influencers’– Dulceida (nombre artístico de Aida Domenech) anunciaba junto a su pareja, también del mismo oficio, Alba Paul, que estaba de embarazada de tres meses. Junto a una ecografía anunciaba que llevaba dentro uno de los óvulos de Paul. “Hemos tenido mucha suerte porque ha sido a la primera, el proceso de Alba empezó en noviembre y en enero el mío”, explicaba en Instagram aludiendo al método ROPAque han seguido para conseguir un hijo o hija cuyo nombre empezará por la letra ‘A’.



Dulceida, que ha mantenido con su pareja una relación con idas y venidas puede, que en función de la evolución de su marca, anuncia que saldrá de cuentas en octubre. Ambas mujeres han elegido para la gestación un método, el ROPA (Recepción de Ovocitos de la Pareja), que es el favorito entre las parejas de lesbianas que pueden permitírselo. Un proceso ginecológico que implica la estimulación de los óvulos a través de inyectables antes de que puedan ser extraídos para ser fecundados ‘in vitro’ en un laboratorio con material de un donante. Tras fecundar varios de ellos se analizan los de mejor calidad mientras se prepara el endometrio de la mujer receptora del embrión. En el caso de las famosillas esto se ha hecho en la clínica Ivi que anuncia que el tratamiento suele tener un precio que parte de los 5.995 euros. A esto hay que sumar medicamentos, estudios previos o las propias inyecciones, lo que suponen unos 2.000 euros más. En este caso, al ser a la primera, los precios del proceso se reducen considerablemente respecto a otras parejas.

Como se puede ver el procedimiento es una evolución adaptada del que se lleva realizando en medio mundo tras el nacimiento de Louse Brown en 1978, la primera persona en nacer mediante fecundación ‘in vitro’ debido a los problemas de esterilidad de sus padres, por lo que se la llamó el primer bebé probeta. Las cuestiones éticas y jurídicas que surgieron entonces siguen siendo las mismas que están hoy sobre la mesa: cómo es la selección de candidatos donantes, los riesgos de los partos múltiples y, sobre todo, el gran volumen de destrucción de embriones –incluso fecundados– desechados a lo largo del proceso.

La audiencia

Este no es el mismo dilema ético presentado estos días con lo que se refiere al inicio de la vida. Hace unos días el Papa recibió en audiencia –u recordó este domingo en los saludos tras el Regina Caeli–, con motivo de la celebración en Roma de la Conferencia Internacional de la Declaración de Casablanca para la Abolición de la Gestación Subrogada, a una activista con una historia personal curiosa, Olivia Maurel. Lo contaba esta página de Vida Nueva el pasado 4 de abril. Maurel fue invitada por Francisco después de que el Papa recibiera una carta suya contándole esa historia.

Olivia Maurel es una mujer francesa ‘influencer’ feminista y madre de tres hijos. Se ha convertido una de las principales activistas en la denuncia de los vientres de alquiler tras descubrir que ella misma había nacido por gestación subrogada. Atea confesa, destacó en sus redes sociales tras la visita al pontífice el “buen humor” de Francisco y como “al presentarme como feminista y atea, con toda sencillez, el papa Francisco, a quien conocí como Jefe de Estado, demostró una gran empatía. Le doy las gracias por ello”.

La Declaración de Casabalanca se firmó en 2003 con un primer grupo de 100 expertos de 75 nacionalidades. Estos a los diferentes países que adopten medidas para luchar contra la maternidad subrogada en su territorio” y que se comprometan en un proceso internacional hacia la abolición universal de la maternidad subrogada”.

El discurso

El papa Francisco ha aludido frecuentemente a temas relacionados con el inicio de la vida. Los obispos de la Subcomisión Episcopal para la Familia y la Defensa de la Vida en su mensaje para la Jornada de la Vida han rescatado unas palabras rotundas del Papa el pasado 8 de enero, en su discurso a los miembros del cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede. Entonces, abordó, entre otros temas, que “el camino hacia la paz exige el respeto de la vida, de toda vida humana, empezando por la del niño no nacido en el seno materno, que no puede ser suprimida ni convertirse en un producto comercial”.

Francisco se muestra claro cuando declara: “considero deplorable la práctica de la llamada maternidad subrogada, que ofende gravemente la dignidad de la mujer y del niño; y se basa en la explotación de la situación de necesidad material de la madre. Un hijo es siempre un don y nunca el objeto de un contrato”. “Hago un llamamiento para que la Comunidad internacional se comprometa a prohibir universalmente esta práctica. En cada momento de su existencia, la vida humana debe ser preservada y tutelada, aunque constato, con pesar, especialmente en Occidente, la persistente difusión de una cultura de la muerte que, en nombre de una falsa compasión, descarta a los niños, los ancianos y los enfermos”, reclamó. Y es que, volviendo a Dulceida, ¿quién dice que tener un hijo es un derecho? Mucho menos, un capricho.